a convertirse en galleguismo como arma
política para conseguir también sus objetivos.
Si el catalanismo es la herencia tanto del
carlismo como del republicanismo, en el caso
del galleguismo se puede apreciar, además,
cierto vínculo con el agrarismo, entendido
como un despertar de conciencias oprimidas,
primero desde dentro, con su lucha contra
el caciquismo y el sistema foral para potenciar
el sector agrario y rural, cuna también de
la identidad gallega; y después desde fuera
para hacer valer sus derechos ante el Estado
Central, entre los que se encuentran, resulta
obvio, la expresión de esa identidad y la
preservación de su idiosincrasia y cultura
diferenciada. La conjugación de estos factores
es lo que ha determinado la tardía
incorporación gallega al movimiento
nacionalista en el conjunto del Estado
español.
Teniendo en cuenta que la prensa gallega
también es la más tardía en relación al
conjunto del Estado - nace en 1800 con El
Catón Compostelano -, el idioma gallego
tiene a lo largo del siglo XIX escasa presencia
en las publicaciones. Aunque con carácter
literario, en 1857 surge en Pontevedra El País,
que ya introduce la literatura gallega y su
idioma.
Sin embargo, consciente del poder de
difusión cultural que tiene la prensa, va a ser
en la segunda mitad del siglo XIX cuando la
intelectualidad gallega se aúne para dar salida
a su lengua. Escritores comprometidos sacan
a la luz obras relacionadas con la idea
nacionalista, con cierto trasfondo de
romanticismo y carga de historia y de un
costumbrismo diferenciador. Uno de los
pioneros, Manuel Murguía, abre el camino con
la publicación de su Historia de Galicia en
1865, una obra documentada y científica que
servirá de trampolín para la recuperación de
la dignidad gallega y la unificación de su pueblo.
También los límites geográficos adquieren
un significado diferente. Murguía presenta a
Galicia ya no como pueblo, región o país,
sino como nación. A este concepto de
nacionalidad se une el de la raza aria gallega,
el mito del celtismo que enarbola las armas
necesarias para luchar contra su postración
y dependencia. El objetivo de esta lucha es
el autogobierno frente al poder de la nobleza
gallega; en suma, la autonomía.
La creación literaria de este movimiento,
que se da en llamar regionalismo gallego,
sitúa al campesinado en el centro de su
discurso literario, y como movimiento
político-ideológico, el regionalismo gallego
surge después de los Juegos Florales de
Barcelona de 1859, con la celebración en
Galicia de varios certámenes similares.
La preocupación por la lengua y una
diferenciación cultural son aspectos en los
que centran la atención los intelectuales, así
como de quienes tratan la problemática social
a través de la prensa. Tras los primeros juegos
florales gallegos, que tienen lugar en A
Coruña el 2 de junio de 1861, Santiago acoge
en 1875 a personajes que luego se
convertirían en importantes líderes
regionalistas. El desarrollo de la cultura y
la lengua gallegas, que fundamentan una
Galicia como comunidad históricamente
diferenciada, aparece en los años 70 de la
mano de reducidos grupos intelectuales que
expresan su preocupación por una
problemática de tipo económico, social y,
finalmente, político, que se va a divulgar
fundamentalmente a través de la prensa del
momento.
Y será la prensa, precisamente, el medio
que incidirá de modo especial en la
movilización regionalista, desarrollándose
notablemente en los años de mayor agitación
político cultural. Artículos defendiendo los
intereses materiales y morales de Galicia
serán una constante en las publicaciones de
estos años 70 del XIX para, en la década
siguiente, servir de trampolín a la aparición
de periódicos de carácter específicamente
regionalista.
Si Víctor Balaguer había sido el pionero
del catalanismo, el coruñés Manuel Murguía
y el lucense Aureliano José Pereira llevan
la iniciativa en este movimiento ideológico
y reivindicativo de defensa de los intereses
gallegos por encima de los diferentes grupos
económicos y sociales. Concretamente,
Pereira, desde su militancia política federal,
contribuirá a consolidar el movimiento través
de su actuación periodística en los periódicos
Diario de Lugo y, más tarde, El Regional.
El campesinado gallego, las dificultades
económicas de su pueblo, el hambre, el
liberalismo, el patriotismo, incluso la
similitud Irlanda-Galicia como hermanas de