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HISTÓRIA DA COMUNICAÇÃO
Nacimento e desarrolo del nacionalismo
en la prensa española y gallega
Ana María Rodríguez Rivas1
La búsqueda de la identidad como
distintivo cultural está en la génesis de la
historia de la prensa como vehículo de
comunicación. En el caso español, dos
nacionalidades, la catalana y la gallega, se
conjugan en la lucha por mostrar su
descontento ante una política centralista que
presenta como modelo una homogeneización
tanto de contenidos como de destinatarios de
los medios. La diferenciación, en estos casos,
se hace imprescindible para mostrar la
existencia de unos valores identificativos e
intrínsecos a sus respectivas nacionalidades,
que actúan como reflejo de la diversidad
cultural en contraposición a una incipiente
globalización, ya controvertida por algunos
sectores. Unas identidades culturales que en
un primer momento se enmarcan en lo que
se denomina movimiento regionalista,
después nacionalismo, en el cual el
componente territorial va a suponer el marco
geográfico en el que prenda la idea de la
diferenciación, también delimitada por el
idioma, vehículo de transmisión del vínculo
entre sus componentes. Cataluña es la pionera
y servirá de ejemplo en la utilización de la
prensa como portavoz de la idea nacionalista
y de divulgación de su idioma. El
nacionalismo gallego, más tardío en
incorporarse a la lucha, refleja las principales
etapas por las que el movimiento ha tenido
que pasar en España desde sus comienzos
hasta la actualidad. El caso del País Vasco
es menos representativo, si bien es el segundo
en aparición, ya que la prensa nacionalista
vasca apenas va a utilizar su propio idioma,
el euskera, el gran desconocido para la mayor
parte de la población.
El regionalismo catalán: La Renaixença
El nacionalismo, especialmente en el caso
catalán, tiene su herencia política en el
carlismo y el republicanismo, enemigos
históricos de la monarquía constitucional. De
hecho, nacionalismo catalán y republicanismo
se confundirán en un primer momento. Los
primeros periódicos escritos totalmente en
catalán aparecen durante la regencia de
Espartero. Son el germen, al margen del
republicanismo, de esa lucha por recuperar
las señas de identidad catalana recuperando
también su lengua. Es el paso previo a lo
que se llamaría Renaicença, representado en
Lo verdader catalá (1843), de corta vida.
Otros intentos fueron El Catalán (1849), de
Víctor Balaguer, considerado el pionero del
catalanismo, el mismo que publica después
La Violeta de Oro, que luchó por la
restauración de los Juegos Florales, una
realidad en 1859 y que marca el comienzo
real de la etapa de plenitud del movimiento
cultural de la Renaicença.
La formación de una opinión pública acorde
a las tradiciones catalanas y el ensalzamiento
de su patria son los objetivos de esta incipiente
prensa catalanista que va a tener en el periódico
La Renaicença un órgano impulsor del
renacimiento literario y cultural catalán durante
la Restauración española. De esta etapa es el
primer diario en lengua catalana, el Diari Catalá
(1879-1882).
De la idea cultural y social se da el salto
definitivo a la lucha política. El catalanismo
político se afianza y extiende tras la
proclamación de las Bases de Manresa en
1982. Otro impulso vendría de la mano del
Desastre del 98, a partir del cual la falta de
confianza en el Estado español se va a traducir
en una acción política que se llamará
catalanismo. A formar esta conciencia nacional
catalana iban a contribuir La Veu de Catalunya
(1891) y El Poble Catalá (1904). Así es como
surge, a comienzos del siglo XX, el
movimiento Solidaridad Catalana (1906).
El regionalismo gallego. Los inicios
Primero como regionalismo, luego
“Rexurdimento”, el nacionalismo gallego pasa

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a convertirse en galleguismo como arma
política para conseguir también sus objetivos.
Si el catalanismo es la herencia tanto del
carlismo como del republicanismo, en el caso
del galleguismo se puede apreciar, además,
cierto vínculo con el agrarismo, entendido
como un despertar de conciencias oprimidas,
primero desde dentro, con su lucha contra
el caciquismo y el sistema foral para potenciar
el sector agrario y rural, cuna también de
la identidad gallega; y después desde fuera
para hacer valer sus derechos ante el Estado
Central, entre los que se encuentran, resulta
obvio, la expresión de esa identidad y la
preservación de su idiosincrasia y cultura
diferenciada. La conjugación de estos factores
es lo que ha determinado la tardía
incorporación gallega al movimiento
nacionalista en el conjunto del Estado
español.
Teniendo en cuenta que la prensa gallega
también es la más tardía en relación al
conjunto del Estado - nace en 1800 con El
Catón Compostelano -, el idioma gallego
tiene a lo largo del siglo XIX escasa presencia
en las publicaciones. Aunque con carácter
literario, en 1857 surge en Pontevedra El País,
que ya introduce la literatura gallega y su
idioma.
Sin embargo, consciente del poder de
difusión cultural que tiene la prensa, va a ser
en la segunda mitad del siglo XIX cuando la
intelectualidad gallega se aúne para dar salida
a su lengua. Escritores comprometidos sacan
a la luz obras relacionadas con la idea
nacionalista, con cierto trasfondo de
romanticismo y carga de historia y de un
costumbrismo diferenciador. Uno de los
pioneros, Manuel Murguía, abre el camino con
la publicación de su Historia de Galicia en
1865, una obra documentada y científica que
servirá de trampolín para la recuperación de
la dignidad gallega y la unificación de su pueblo.
También los límites geográficos adquieren
un significado diferente. Murguía presenta a
Galicia ya no como pueblo, región o país,
sino como nación. A este concepto de
nacionalidad se une el de la raza aria gallega,
el mito del celtismo que enarbola las armas
necesarias para luchar contra su postración
y dependencia. El objetivo de esta lucha es
el autogobierno frente al poder de la nobleza
gallega; en suma, la autonomía.
La creación literaria de este movimiento,
que se da en llamar regionalismo gallego,
sitúa al campesinado en el centro de su
discurso literario, y como movimiento
político-ideológico, el regionalismo gallego
surge después de los Juegos Florales de
Barcelona de 1859, con la celebración en
Galicia de varios certámenes similares.
La preocupación por la lengua y una
diferenciación cultural son aspectos en los
que centran la atención los intelectuales, así
como de quienes tratan la problemática social
a través de la prensa. Tras los primeros juegos
florales gallegos, que tienen lugar en A
Coruña el 2 de junio de 1861, Santiago acoge
en 1875 a personajes que luego se
convertirían en importantes líderes
regionalistas. El desarrollo de la cultura y
la lengua gallegas, que fundamentan una
Galicia como comunidad históricamente
diferenciada, aparece en los años 70 de la
mano de reducidos grupos intelectuales que
expresan su preocupación por una
problemática de tipo económico, social y,
finalmente, político, que se va a divulgar
fundamentalmente a través de la prensa del
momento.
Y será la prensa, precisamente, el medio
que incidirá de modo especial en la
movilización regionalista, desarrollándose
notablemente en los años de mayor agitación
político cultural. Artículos defendiendo los
intereses materiales y morales de Galicia
serán una constante en las publicaciones de
estos años 70 del XIX para, en la década
siguiente, servir de trampolín a la aparición
de periódicos de carácter específicamente
regionalista.
Si Víctor Balaguer había sido el pionero
del catalanismo, el coruñés Manuel Murguía
y el lucense Aureliano José Pereira llevan
la iniciativa en este movimiento ideológico
y reivindicativo de defensa de los intereses
gallegos por encima de los diferentes grupos
económicos y sociales. Concretamente,
Pereira, desde su militancia política federal,
contribuirá a consolidar el movimiento través
de su actuación periodística en los periódicos
Diario de Lugo y, más tarde, El Regional.
El campesinado gallego, las dificultades
económicas de su pueblo, el hambre, el
liberalismo, el patriotismo, incluso la
similitud Irlanda-Galicia como hermanas de

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HISTÓRIA DA COMUNICAÇÃO
raza, cultura y destino de nacionalidades
oprimidas, la redención de los foros en
Galicia para que el campesinado alcance la
plena posesión de las tierras que trabaja, son
algunas de las teorías difundidas por
Murguía. Por su parte, en 1879 Pereira se
mete de lleno en el terreno político
arremetiendo contra el sistema electoral de
la Restauración. Desde su atalaya en el
Diario de Lugo fomenta el sentimiento
unitario del pueblo gallego, que debe
plasmarse en una representación democrática
gallega en las Cortes que vele por los
intereses exclusivos de su tierra y de sus
gentes. Desde el mismo punto de vista
político, Pereira culpa del atraso que sufre
Galicia también al caciquismo, que impide
al movimiento regionalista conseguir sus
objetivos por la falta de libertad de los
votantes en los sufragios, toda vez que la
opinión política de los diputados gallegos
es afín siempre al poder. Consciente del
importante papel que debe jugar la prensa
en esa concienciación cívico-política, el
Diario de Lugo se hace eco del atraso en
el desarrollo económico gallego, en cuya
base se encuentra el régimen de propiedad
de la tierra o régimen foral, una lacra de
la Galicia de fines del siglo XIX que
subsistiría a principios del XX.
Al Diario de Lugo se une El Libredón,
un periódico católico de Santiago dirigido por
Alfredo Brañas que ya en 1885 muestra su
apoyo ideológico al de Pereira y denuncia
las mismas injusticias. Murguía y Pereira
discurrirían por una misma línea de proyecto
de modernización social de Galicia, en tanto
que Brañas encabezaría otro sector más
minoritario que procuraría las libertades
tradicionales y con ciertos matices del
pensamiento carlista.
El discurso regionalista se manifestaría
también en los más variados campos
literarios, como es el caso de la Biblioteca
Gallega, fundada en 1885 por Martínez
Salazar y Fernández Latorre. Precisamente,
Manuel Murguía abre el primer volumen de
la colección con su obra Los precursores, una
recopilación de biografías y aportaciones de
los autores que inician el regionalismo gallego
y que sería considerado el punto de partida
del regionalismo gallego.
O Rexurdimento y las Irmandades da Fala
Coincidiendo con el resto del
nacionalismo, pese a la defensa del idioma
que abanderan los precursores del
regionalismo gallego las publicaciones de que
se sirven están escritas en castellano debido
al escaso cultivo de la lengua gallega escrita
y a la falta de un sentimiento nacionalista
consolidado. Hay que esperar hasta 1889 para
ver aparecer un semanario vinculado al
regionalismo gallego escrito en el idioma
natal. Se trata del lucense A Monteira, dirigido
por el escritor Amador Montenegro Saavedra.
De índole cultural, va a contribuir a la
consolidación de la prensa en gallego gracias
a sus colaboradores galleguistas.
A finales del XIX y principios del XX
la literatura impone su presencia en el
periodismo, de forma que los grandes literatos
se agrupan con colaboraciones y confieren
su seña de identidad a las publicaciones.
Además de los citados, autores como Rosalía
de Castro, Lamas Carvajal o Manuel Curros
Enríquez se turnan en las páginas de unas
publicaciones culturales, de las que Santiago
reúne el mayor número de cabeceras. Pese
a esta presencia emblemática de escritores
galleguistas, será en el primer tercio del siglo
XX cuando el idioma gallego cobre realmente
protagonismo en las publicaciones.
En la última década del siglo XIX el
periodismo gallego exalta los valores patrios.
En convivencia con las publicaciones
monárquicas, socialistas o republicanas, otra
parte de la prensa resalta las virtudes propias
de Galicia como portavoces de lo que se da
en llamar Rexurdimento. Como referencia de
este movimiento surge en 1907 A Nosa Terra,
primero con ese carácter bilingüe tan común
a la prensa regionalista inicial, para pasar a
escribirse íntegramente en gallego a partir de
1917, coincidiendo con su segunda etapa.
El regionalismo iniciado en el siglo XIX
se presenta a comienzos del XX con nuevas
luchas, pero señales claras de la importancia
que adquiere el Rexurdimento como
movimiento social son la creación de la Real
Academia Gallega (1906), el nacimiento de
Solidaridad Gallega como primera
organización nacionalista (1907) y la
fundación de la entidad Irmandades dos
Amigos da Fala Galega (1916), cuyos fines

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son propagar la lengua nativa, conquistar la
autonomía para Galicia y difundir la cultura
gallega.
La progresiva politización de esta entidad
cultural derivará en la constitución del Partido
Galeguista, cuyo portavoz sería A Nosa Terra,
a través del cual los intelectuales gallegos
buscan elevar la cultura gallega, generalizar
el idioma y sacar a Galicia de su atraso con
respecto a España.
Los discursos de los líderes nacionalistas
se oyen en toda la geografía gallega durante
los primeros años del siglo XX acogidos por
las distintas Irmandades locales. Antón Villar
Ponte promueve en 1917 la celebración en
Lugo de la I Asamblea Nazonalista en la que
se presenta el Manifesto ao pobo galego, que
marcará la línea política del galleguismo hasta
la II República. En él se pide, entre otros
aspectos, la autonomía integral de la nación
gallega, un Estado federal, la posibilidad a
la integración de Portugal y la cooficialidad
de los idiomas gallego y castellano.
Esta asamblea supone la desaparición del
regionalismo para dar paso al nacionalismo
gallego. Sin embargo, el endurecimiento de
la política de la dictadura de Primo de Rivera
sería un claro revés para los nacionalismos,
que verán su retorno con la II República.
Periódico gallego de ideario nacionalista,
portavoz oficioso de la Irmandade local sería
Galicia (Vigo, 1922), dirigida por Valentín
Paz Andrade, que se convierte en tribuna de
la intelectualidad gallega en este periodo.
Pero sin duda la más importante revista
cultural gallega es la ourensana Nós, que
surge en 1920 como máxima expresión de
la cultura elitista gallega y cuya pretensión
sería la recuperación política de Galicia.
Dirigida por Vicente Risco y Alfonso
Castelao, duraría, aunque con interrupciones,
hasta la Guerra Civil. Nós se convierte en
el órgano del grupo generacional galleguista.
Resulta evidente que la dictadura de
Primo de Rivera es muy negativa para las
Irmandades da Fala y su prensa galleguista.
Para contrarrestar la política del momento,
el nacionalismo se radicaliza. Como auténtica
prensa política de carácter regionalista sólo
queda A Nosa Terra, que se ve obligada, como
el resto de las publicaciones, a refugiarse en
temas culturales.
Otro fenómeno identificativo del
periodismo gallego es la prensa local o
comarcal, también denominada “villega”, que
defiende las particularidades de su área
geográfica en contraposición con lo foráneo
con un componente claramente territorial,
informando sobre los asuntos que pueden
afectar a los vecinos de una reducida área
geográfica. Exponente de esta prensa es la
cabecera Galicia - Galiza, para algunos
historiadores - (Mondoñedo, Lugo, 1930), de
tendencia nacionalista y escrita en gallego,
en la que se dan cita los mejores prosistas
y poetas del momento, al frente de los cuales
se sitúa Álvaro Cunqueiro, su director.
La República y el proyecto de Estatuto de
Autonomía
La emigración gallega jugará un papel
importante en el triunfo de la idea
nacionalista. Tras la crisis del 29 una gran
parte de los emigrados regresan a su tierra
de origen y dispondrán sus ahorros para que
la Organización Republicana Gallega - el
ORGA, fundado en 1929 - se convierta en
un republicanismo a favor de la autonomía
gallega.
Al tiempo que las Irmandades da Fala
crean un partido autonomista republicano
agrario, en 1930 un grupo de intelectuales
suscriben un comunicado, que llamaría
Compromiso de Barrantes, exigiendo la
autonomía, la cooficialidad del gallego, la
galleguización de la universidad, la liberación
de la tierra y la abolición del caciquismo.
El primer proyecto de estatuto gallego se
elabora al año siguiente, y como los
galleguistas no están satisfechos con el
republicanismo fundan el Partido Galeguista
como fruto de la unión de distintos grupos
nacionalistas gallegos, y que haría posible,
en 1936, el primer Estatuto de Autonomía
de Galicia, aprobado en referéndum pero que
no llegaría a entrar en vigor.
Pero si el periodo republicano potencia
el nacionalismo, la prensa galleguista, en
cambio, es escasa. Sigue siendo A Nosa Terra
la publicación que más responde a los
intereses de los gallegos y que más utiliza
su idioma. También de forma decisiva por
su contribución a dar a conocer los ideales
de nacionalismo en Galicia sería el vigués

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El Pueblo Gallego, fundado por Portela
Valladares en 1924 y que durante la República
es el periódico gallego de mayor difusión.
Si la causa galleguista provocaba en la
etapa republicana la aparición de foráneas
cabeceras reivindicativas como las madrileñas
Galicia y Galicia en Madrid, ambas de 1932
y como foco importante de inmigración
gallega, con la Guerra Civil, los gallegos
residentes en Madrid y en Barcelona siguen
expresando su disconformidad en
publicaciones como la madrileña y comunista
El Miliciano Gallego (1937); y desde
Barcelona la republicana Nova Galiza, y
Nueva Galicia, editada tanto en Madrid como
en Barcelona, totalmente antifascista.
Fuera de España, Buenos Aires y La
Habana constituyen focos de cultivo que
acogen una prensa aún más combativa,
mostrando la solidaridad de sus habitantes
con sus compatriotas del lugar de origen.
Del Franquismo a la democracia
El silencio periodístico impuesto por el
Franquismo, que prohíbe el uso de las lenguas
gallega, catalana y vasca e impone la
existencia de una información al servicio del
Estado, sólo deja vía libre a revistas literarias
en las que escriben los nuevos talentos
además de galleguistas históricos. Parte de
estas plumas se encontrarían en el diario
vespertino La Noche (Santiago, 1946),
vehículo de difusión para estos intelectuales,
que sienten la recompensa de contentar a unos
lectores que aprecian su compromiso.
Por su parte, el galleguismo queda
asegurado a través de la editorial Galaxia y
con publicaciones que exponen los problemas
económicos que presenta la región.
Una de las consecuencias de la resistencia
al Franquismo es que surgen agrupaciones
políticas en la clandestinidad. Desde la
cultura, los estudiantes universitarios
apoyarían a la Real Academia Gallega para
instituir, el 17 de mayo de 1964, el “Día das
Letras Galegas”, una fecha que también
conmemora el primer centenario de la
publicación de los Cantares Gallegos de
Rosalía de Castro, y que serviría cada año
de homenaje a un autor gallego diferente. Las
grandes manifestaciones estudiantiles del 68
se hacen eco en Santiago de Compostela de
las reivindicaciones políticas de
independencia y autonomía a través de nuevos
partidos próximos al socialismo.
A partir del 65 la prensa política -
nacionalista y obrera- empieza a recuperarse
con nuevas cabeceras como Adiante, y A Voz
do Pobo. Los años siguientes se caracterizan
por el nacimiento de una prensa de carácter
social y reivindicativo, que se extiende
también a América en su lucha contra el
Franquismo.
Con la llegada de la democracia el
idioma gallego sí logra asentarse
definitivamente en la vida pública, paso
previo para la aprobación, cuando ya el País
Vasco y la Generalitat estaban constituidas,
de la Xunta de Galicia en 1978.
También el Estatuto Gallego sufriría cierto
retraso, en parte motivado por un excesivo
paternalismo del Gobierno central, que en un
principio pretende redactarlo unilateralmente
sin contemplar muchas de las competencias
anteriormente otorgadas a Cataluña y al País
Vasco. Ante este abuso de poder, la población
gallega se moviliza y finalmente una
reelaboración posterior conlleva que en 1981
Galicia logre su autonomía.
El idioma gallego, antes vehículo de
expresión de publicaciones clandestinas o
meramente literarias, retoma con más fuerza
las páginas impresas, especialmente en el caso
de boletines y publicaciones institucionales,
lo mismo que en las revistas que surgen como
portavoces de partidos nacionalistas.
Sin embargo, los periódicos se resisten
a incorporar de modo masivo el idioma natal.
Incluyen, en mayor o menor medida,
colaboraciones en gallego y una parte de la
información, a excepción de O Correo
Galego, surgido a principios de la década de
los 90 de la mano de su homónimo santiagués
de lengua castellana.
A la vista de todo ello, resulta curioso
que el idioma propio de una nacionalidad no
esté presente, en una época propicia para ello
como la actual, en la prensa de forma masiva.
Las ayudas institucionales y la presencia del
idioma materno en la literatura no han servido
para que en ninguna de las autonomías
históricas que tiene España la prensa utilice
ese distintivo en más medida que unos meros
artículos incluidos entre el resto del contenido
informativo de la prensa.

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ACTAS DO III SOPCOM, VI LUSOCOM e II IBÉRICO – Volume III
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