TRABAJO FIN DE GRADO GRADO EN HISTORIA CURSO ACADÉMICO 2020-2021 CONVOCATORIA DE JUNIO NACIONALISTAS O MARXISTAS. LA V ASAMBLEA COMO LA GRAN ENCRUCIJADA IDEOLÓGICA DE ETA APELLIDOS/NOMBRE ESTUDIANTE: Cuervo Frías, Miguel DNI: 50233453G GRADO/DOBLE GRADO QUE CURSA: Economía e Historia APELLIDOS/NOMBRE TUTOR: Rodríguez Jiménez, José Luis Fecha: 1 de julio de 2021 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías A mi abuelo Martín 2 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías Listado de siglas y abreviaturas CC. OO.: Comisiones Obreras EE: Euskadiko Ezkerra (Izquierda de Euskadi) EE. UU.: Estados Unidos EGI: Euzko Gaztedi Indarra (Fuerza Juventud Vasca) EIA: Eusko Ikasle Alkartasuna (Solidaridad de Estudiantes Vascos) ELA-berri: Eusko Langileen Alkartasuna (ELA-Nueva, Solidaridad de los Trabajadores Vascos) EMK: Euskadiko Mugimendu Komunista (Movimiento Comunista de Euskadi) ETA: Euskadi ta Askatasuna (País Vasco y Libertad) ETA-m: ETA militar ETA-pm: ETA político-militar FLN: Frente de Liberación Nacional (Argelia) FLP: Frente de Liberación Popular (España) IRA: Irish Republican Army (Ejército Republicano Irlandés) LCR: Liga Comunista Revolucionaria MLNV: Movimiento de Liberación Nacional Vasco OLP: Organización para la Liberación de Palestina PCE: Partido Comunista de España PNV: Partido Nacionalista Vasco ONU: Organización de las Naciones Unidas. UPG: Unión do Pobo Galego (Unión del Pueblo Gallego) 3 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías ÍNDICE METODOLOGÍA ............................................................................................................. 7 I. Objeto de estudio y objetivos de la investigación ................................................. 7 II. Preguntas de la investigación e hipótesis ........................................................... 8 III. Fuentes, método y estructura ............................................................................. 8 CAPÍTULO I: ESTADO DE LA CUESTIÓN. NACIONALISMO, TERRORISMO Y EL CASO VASCO ......................................................................................................... 10 I. Nacionalismo ....................................................................................................... 10 II. Terrorismo ....................................................................................................... 11 III. El caso vasco: ETA, nacionalismo y terrorismo .............................................. 12 CAPÍTULO II: LAS PROVINCIAS VASCAS EN LA DÉCADA DE 1960 ................ 14 I. La industrialización y la prosperidad económica ................................................ 14 II. Cambios sociales .............................................................................................. 15 III. Cambios culturales y de mentalidad ................................................................ 16 CAPITULO III: ETA Y LA V ASAMBLEA ................................................................ 18 I. De los orígenes de ETA a la V Asamblea (1959-1965) ...................................... 18 II. La V Asamblea (1966-1967) ........................................................................... 22 III. Las implicaciones de la V Asamblea en la ideología de ETA (1968-1971) .... 24 CAPÍTULO IV: NACIONALISTAS O MARXISTAS. LA GRAN ENCRUCIJADA IDEOLÓGICA DE ETA ................................................................................................ 26 I. Por qué nacionalistas ........................................................................................... 26 II. Por qué marxistas ............................................................................................. 36 III. Hacia una explicación de la ideología híbrida de ETA.................................... 42 CONCLUSIONES .......................................................................................................... 48 ANEXO .......................................................................................................................... 50 BIBLIOGRAFÍA ............................................................................................................ 51 4 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías RESUMEN Desde 1965 ETA vivió la mayor encrucijada ideológica de su historia, que acabó desembocando en la V Asamblea (1966-1967), donde se enfrentaron tres tendencias: etnonacionalista, tercermundista y obrerista. La V Asamblea fue el momento de la primera escisión dentro de ETA, y la organización se definió con una ideología que suponía una determinada combinación de nacionalismo y marxismo, a la vez que se apostaba definitivamente por la violencia terrorista. En este trabajo se analiza este momento en la evolución ideológica de ETA, tratando de explicar las razones del aparentemente extraño y contradictorio matrimonio entre marxismo y nacionalismo que resultó de la V Asamblea y que configuró a ETA como una organización con una ideología híbrida, pero en la que, inevitablemente, uno de los dos factores se imponía sobre el otro. La hipótesis que se defiende es que, para ETA, el marxismo fue un instrumento al servicio de su proyecto nacionalista. De esta forma, el socialismo fue realmente tomado por ETA como un medio y no como un fin, por lo que ETA se define, ante todo, como una organización nacionalista radical. Palabras clave: ETA, nacionalismo vasco, marxismo, izquierda abertzale, V Asamblea, etnonacionalistas, tercermundistas, obreristas. ABSTRACT Since 1965 ETA experienced the greatest ideological crossroads in its history, which ended up leading to the V Assembly (1966-1967), where three tendencies clashed: ethno- nationalist, Third Worldist and workerist. The V Assembly was the moment of the first split within ETA, and the organization defined itself with an ideology that implied a certain combination of nationalism and Marxism, while at the same time betting definitively on terrorist violence. This paper analyzes this moment in the ideological evolution of ETA, trying to explain the reasons for the apparently strange and contradictory marriage between Marxism and nationalism that resulted from the V Assembly and that configured ETA as an organization with a hybrid ideology, but in which, inevitably, one of the two factors was imposed on the other. The hypothesis defended is that, for ETA, Marxism was an instrument at the service of its nationalist project. Thus, socialism was really taken by ETA as a means and not as an end, so that ETA is defined, above all, as a radical nationalist organization. Keywords: ETA, Basque nationalism, marxism, abertzale left, V Assembly, ethno- nationalist, Third Worldists, workerists. 5 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías «El Inglés»: —Primero tenemos que convencerles de lo que somos. Txabi: —No somos sindicalistas. «E. I.»: —Ni españoles. T.: —Somos antifascistas vascos… «E. I.»: —Que defienden el derecho a una nación más antigua que la propia España. Defienden el derecho a una lengua… a una cultura… a una identidad. Eso es lo que hay que transmitirles. […] Un sentimiento, ¡no una ideología! Las ideologías van y vienen, los sentimientos permanecen. La identidad permanece. […] Tenemos que encontrar gente que esté dispuesta a darlo todo. […]. La línea invisible, 20201 1 Diálogo transcrito de La línea invisible, serie de ficción basada en los hechos de la V Asamblea de ETA: «Euskadi, año 0», La línea invisible, temporada 1, episodio 2, Movistar+, 8 de abril de 2020. 6 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías METODOLOGÍA I. OBJETO DE ESTUDIO Y OBJETIVOS DE LA INVESTIGACIÓN La historia de ETA, especialmente la de sus primeros años, tiene muchos mitos y suscita confusiones en la actualidad. Como todo hecho histórico, el fenómeno de ETA precisa de estudios que construyan «un relato plausible, veraz y riguroso».2 Este trabajo busca precisamente eso: construir una explicación satisfactoria pero inevitablemente compleja y multidimensional del terrorismo de ETA. Para ello, se ha optado por analizar su ideología, acotando el objeto de estudio a los años de la V Asamblea de ETA (1966- 1967), pero atendiendo también a los momentos anteriores e inmediatamente posteriores. Por tanto, se va a analizar a una organización terrorista desde sus implicaciones ideológicas y no estratégicas u organizativas. Aunque, como se verá, la ideología de ETA es fundamental para entender su estrategia. Raúl López divide la historia de ETA como banda terrorista en cuatro partes: el franquismo (1968-1975), la transición (1976-1981), la consolidación de la democracia (1982-1994), y «la socialización del sufrimiento» (1995-2010).3 Hasta llegar a matar en 1968, pasaron diez años de disquisiciones teóricas, ideológicas y estratégicas.4 En este trabajo se trata la configuración de la ideología de ETA en los momentos inmediatamente anteriores al comienzo de su actividad terrorista. Desde 1965, ETA comenzó a experimentar su primera gran pugna ideológica, que condujo a la celebración de la V Asamblea, donde ocurrieron, al menos, tres cosas importantes: ETA apostó definitivamente por la lucha armada, vivió su primera división, y configuró una definición ideológica que, desde 1971, sería la definitiva para la práctica totalidad del abertzalismo radical. Esta definición ideológica supuso la combinación del nacionalismo vasco con determinadas formas de socialismo revolucionario.5 Explicar de qué manera se configuró esta ideología, por qué, y qué supone es el objetivo de este trabajo. Como objetivo secundario, este trabajo busca aportar luz a los estudios sobre el nacionalismo vasco radical y su idea de nación, y en particular sobre la ideología de la izquierda abertzale, iniciada por ETA. Eric Hobsbawm dice que «Lo que hace a una nación es el pasado, lo que justifica a una nación frente a otras es el pasado, y los historiadores son las personas que lo producen».6 Cualquier tema que implique al nacionalismo, está plagado de mitos, por lo que el deber de los historiadores es contribuir a cuestionarlos, desmontarlos si hace falta, y nunca propagarlos. Para ello hace falta rigor. Muchos de los mitos que ETA creó o reavivó gozan de buena salud en la actualidad, y sirven para justificar de forma retrospectiva la violencia etarra.7 Desmontar mitos históricos es, para una sociedad democrática, una tarea que ayudará a que el debate político se desarrolle en un grado más amplio de auténtica libertad. Se puede afirmar que el nacionalismo vasco —como cualquier nacionalismo— difunde un relato histórico impreciso y plagado de mitos. Uno de ellos es que ETA era 2 FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, G.: «Otoño del 59. Los primeros “pinitos” de ETA», Grand Place, 2017, núm. 8, p.190. 3 LÓPEZ ROMO, R.: Informe Foronda: Los efectos del terrorismo en la sociedad vasca (1968-2010), Madrid, Los Libros de la Catarata, 2015. 4 JIMÉNEZ RAMOS, M.: «ETA: de la barbarie terrorista al reto de escribir el relato», Cuadernos del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, 2017, núm. 14, pp.587-605. 5 Se utilizan los conceptos socialismo revolucionario y marxismo de una forma análoga, aunque más adelante se distinguirán las distintas tendencias que dividen al socialismo dentro de ETA. 6 HOBSBAWM, E. J.: «Ethnicity and Nationalism in Europe Today», Anthropology Today, 1992, vol. 8, núm. 1, p.3. 7 FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, G. y LÓPEZ ROMO, R.: «Deuda de sangre. La visión del pasado de ETA y el IRA», Aportes, 2018, núm. 97, pp.267-294. 7 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías «de izquierdas». Creo que una de las razones por las que muchas personas sociológicamente de izquierdas han abrazado o tolerado al nacionalismo vasco en su versión más esencialista, es porque este «se ha disfrazado de izquierdas». Este mito, o interpretación imprecisa, es lo que se pretende aclarar en este estudio. Hobsbawm recuerda las palabras de Ernest Renan en su conferencia Qué es una nación, de 1882: «“El olvido de la historia, o incluso la equivocación de la historia […] son un factor esencial en la formación de una nación, por lo que el progreso de los estudios históricos es a menudo peligroso para una nacionalidad». Así pues, —prosigue Hobsbawm— un historiador que escribe sobre la etnicidad o el nacionalismo no puede sino hacer una intervención política o ideológicamente explosiva”».8 II. PREGUNTAS DE LA INVESTIGACIÓN E HIPÓTESIS La hipótesis con la que se trabaja es que la ideología que ETA desarrolla en su V Asamblea supone una combinación de nacionalismo con formulaciones marxistas, en la que el marxismo queda en una posición de subordinación al nacionalismo. Dicho de otra forma, ETA es una organización nacionalista radical que utiliza el marxismo al servicio del nacionalismo. Por tanto, ante esta afirmación cabe preguntarse: por qué, de qué forma, qué factores condicionan esta ideología, qué consecuencias tiene esa configuración ideológica, y a qué conclusiones se puede llegar para explicar, y no solo definir, la ideología de ETA. Se trata de explicar la ideología de ETA poniendo el foco en la V Asamblea, pero, como se ha dicho, aludiendo a momentos anteriores y posteriores, y, sobre todo, insertando el caso vasco en el contexto internacional, atendiendo a puntos tales como la evolución de la sociedad vasca en los años sesenta, los cambios socioculturales de finales de dicha década, los movimientos de liberación nacional del tercer mundo, o la tercera ola de terrorismo internacional. Para afirmar que en la ideología híbrida de ETA prima el nacionalismo, se parte de la suposición, planteada por Hobsbawm, de que, en la segunda mitad del siglo XX, cuando una organización se considera nacionalista y socialista al mismo tiempo, es porque, o bien utiliza lo primero para alcanzar lo segundo, o bien ocurre al contrario.9 Se trata, por tanto, de identificar cuál es el fin y cuál es el medio, partiendo de la idea de que nacionalismo y marxismo son conceptos disímiles, aunque, como se verá, también son compatibles según el tiempo y el lugar. III. FUENTES, MÉTODO Y ESTRUCTURA Este trabajo consiste en una revisión bibliográfica, y en una reflexión a partir de las fuentes más destacadas sobre la ideología de ETA. Para ello, se realizará un análisis y una comparación de fuentes secundarias, trayendo a colación y comparando varias interpretaciones. Como se ha introducido en líneas anteriores, el trabajo busca aportar un enfoque etic, es decir, una interpretación del objeto de estudio desde la perspectiva del observador y no de los observados (perspectiva emic). Por tanto, se va a tratar de teorizar, de intentar explicar un fenómeno que sus protagonistas no tenían por qué plantearse, pero que con la suficiente perspectiva se puede llegar a observar, estudiar y comprender de forma más o menos satisfactoria. Algunos investigadores piensan que para comprender un fenómeno —en este caso, la ideología mixta de ETA— basta con «ponerse en la piel» de los actores históricos, es decir, interpretar el fenómeno atendiendo a lo que pensaban del mismo sus protagonistas, 8 RENAN, E.: ¿Qué es una nación?, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1983, p.14. Citado en HOBSBAWM, E. J.: «Ethnicity and Nationalism in Europe Today» …, op. cit. p.14. 9 HOBSBAWM, E. J.: Marxismo e historia social, Puebla, Universidad Autónoma de Puebla, 1983, pp.129- 160. 8 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías y utilizando sus propias categorías y definiciones. Este enfoque es, sin duda, fundamental, pero no es suficiente. Conocer la perspectiva de los actores históricos no puede ser óbice para teorizar «desde fuera» sobre el fenómeno. En este trabajo, por tanto, se utilizarán las obras que ya han analizado las fuentes primarias y han recogido, por tanto, la perspectiva emic del tema, y se tratará de ofrecer una perspectiva etic. Como dice Marvin Harris, «la prueba de la adecuación de las descripciones etic es […] su capacidad para generar teorías […] sobre las causas de las diferencias y semejanzas socioculturales».10 Sin embargo, hay que advertir que el análisis de factores subjetivos en la historia como la ideología, la cultura, o las actitudes, en palabras de Clifford Geertz, debe ser «no una ciencia experimental en busca de leyes, sino una ciencia interpretativa en busca de significaciones».11 Por tanto, a la hora de llevar a cabo el estudio, se va a buscar diferenciar la autodenominación ideológica de ETA —esto es, su perspectiva emic—, de las teorías y explicaciones que se puedan proponer al observar de forma externa el fenómeno —la perspectiva etic—. No interesa analizar qué pensaban los integrantes de ETA de su ideología, o cómo se definían, sino qué estaban construyendo «realmente» y por qué. La estructura del trabajo es la siguiente: un estado de la cuestión donde se aclaran ciertos conceptos iniciales y se presentan las fuentes más relevantes del trabajo y la situación de los estudios sobre el tema; un contexto general de las provincias vascas en los años sesenta; un tercer capítulo donde se explica la V Asamblea de ETA (1966-1967) y sus causas y consecuencias; y un último capítulo donde se reflexiona sobre las implicaciones de la ideología de ETA a partir de los estudios de varios autores, analizando por separado la cuestión del nacionalismo, la del marxismo, y finalmente el sentido último de la ideología de ETA. 10 HARRIS, M.: Antropología cultural, Madrid, Alianza, 1990, p.28. 11 GEERTZ, C.: La interpretación de las culturas, Barcelona, Gedisa, 2003, p.20. 9 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías CAPÍTULO I: ESTADO DE LA CUESTIÓN. NACIONALISMO, TERRORISMO Y EL CASO VASCO I. NACIONALISMO Estudiar la ideología de ETA implica atender a tres campos de investigación: la historiografía sobre las naciones y el nacionalismo, el terrorismo, y los estudios específicos sobre el caso vasco. En lo que se refiere al nacionalismo, se parte de la renovación historiográfica realizada desde la década de 1980, es decir, de las visiones modernistas y posmodernistas, desechando las teorías nacionalistas, primordialistas y perennialistas sobre el origen y el sentido de las naciones y el nacionalismo. Se considera, por tanto, que el nacionalismo es un hecho político ineludible en la actualidad, pero que es un producto de la modernidad, y no se entiende sin los cambios socioeconómicos y políticos asociados a esta. La nación es el sujeto legitimador de los Estados desde el siglo XIX, y la construcción de dicha colectividad tiene mucho de invención. Las naciones no son realidades esenciales o naturales, sino que son construcciones políticas. El Estado es, por tanto, el que crea la nación. Además, muchas veces el nacionalismo canaliza ideológicamente problemas políticos de diversos orígenes.12 La nación es también el recurso principal de cualquier movimiento político que aspire a crear un nuevo cuerpo de legitimidad al margen de un Estado-nación previamente dado. Esta es, de forma muy resumida, la teoría sobre las naciones y el nacionalismo que han desarrollado autores como Eric Hobsbawm, Benedict Anderson o Ernest Gellner, y que se utilizarán como marco para interpretar el nacionalismo de ETA.13 Una de las distinciones más importantes dentro del nacionalismo es la que propone Gellner, identificando de forma muy clara dos tipos de naciones: voluntaristas y culturales.14 La primera nación es un hecho político, que induce el concepto de ciudadanía, y que es heredera de la Ilustración y de las revoluciones liberales. La segunda entiende la nación desde un sentido esencialista, étnico o biologicista. Es lo que se ha llamado nacionalismo de corte herderiano: la nación se entiende como algo previo a cualquier comunidad política, algo incontestable, de carácter más antropológico que histórico. No puede pasarse por alto el hecho de que toda nación cultural aspira, al menos en teoría, a ser una nación política.15 Hay que tener en cuenta que el nacionalismo vasco, en sus orígenes, es de corte cultural, y no político16; la nación o pueblo vasco se concibe desde un plano casi espiritual, y no material, y la independencia se presenta como la única forma natural de que la nación se realice.17 Hobsbawm diferencia claramente entre el Estado-nación como comunidad política, y los grupos humanos a nivel antropológico o sociológico. La idea de nación moderna 12 GAYO, M.: «¿Es posible escapar del nacionalismo?», Papers, 2010, vol. 95, núm. 2, pp.341-361. 13 Antonio Fernández dice: «El nacionalismo es a un tiempo tema de estudio y de actualidad, […] si se estudia con tanta insistencia es precisamente porque sigue constituyendo una fuerza viva […]. Su comprensión exige el análisis de las circunstancias históricas en que nació y actuó en el mundo contemporáneo». FERNÁNDEZ GARCÍA, A.: «Raíces históricas de los nacionalismos contemporáneos», Cuadernos de Historia Contemporánea, 1996, núm. 18, p.26. 14 GELLNER, E.: Naciones y nacionalismo, Madrid, Alianza, 1988, pp.13-20. 15 Ernest Gellner define al nacionalismo como una «teoría de legitimidad política» según la cual cultura y comunidad política deben coincidir. Ibidem, pp.13-20. 16 Hobsbawm considera que la etnicidad a la que apelan muchos nacionalismos culturales como el vasco «no tiene ninguna relación histórica con lo que constituye lo esencial de la nación moderna […]: la formación de un estado-nación, o, para el caso, cualquier estado». HOBSBAWM, E. J.: Naciones y nacionalismo desde 1780, Barcelona, Crítica, 2000, p.73. 17 SÁEZ DE LA FUENTE, I.: El Movimiento de Liberación Nacional Vasco, una religión de sustitución, Bilbao, Desclée De Brouwer, 2001, pp.111-274. 10 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías surgió como un concepto revolucionario, liberal, unido a la soberanía del pueblo y a un carácter voluntarista: la igualdad, el interés común frente al privilegio. La nación política no consiste en una homogeneización cultural más allá de motivos pragmáticos, esto es, por ejemplo, la alfabetización en una lengua común. La mezcla de la idea de nación política con la de nación cultural fue algo posterior.18 Si bien, toda nación cultural aspira a ser política para culminar su proyecto, y a toda nación política le conviene ser cultural para implantarse o crecer. En definitiva, de los nuevos estudios sobre la nación y el nacionalismo se debe extraer una lección fundamental, a saber, que las naciones son un hecho político contingente y no un imperativo necesario y universal. José Álvarez Junco lo resume de forma clara: «[…] las naciones son una construcción histórica; […] no son un fenómeno natural que se ha dado ni obra de la divina providencia, ni los seres humanos nacemos dentro de una nación con unas características culturales, psicológicas y morales. Así como tenemos unos rasgos de piel, tenemos también características propias de esa nación: eso es lo que creen los Nacionalistas. […] Y es que las naciones son un fenómeno político construido porque sirven a intereses sobre todo políticos, en algunos casos económicos y en otros culturales».19 II. TERRORISMO Para la investigación, se considera la definición de terrorismo propuesta por Juan Avilés: «[…] una sucesión de acciones violentas, de carácter premeditado y preparadas en la clandestinidad, ejercidas contra personas no combatientes, ya se trate de civiles o de miembros de las Fuerzas Armadas que no estén participando en un conflicto abierto, y cuyo propósito es crear un clima de temor favorable a los objetivos políticos de quienes los perpetran».20 Eduardo González Calleja considera que el fenómeno del terrorismo no ha sido estudiado en profundidad hasta que este no comenzó a amenazar a los Estados en la segunda mitad del siglo XX. Los fenómenos terroristas han sido tratados desde entonces desde varias perspectivas, atendiendo fundamentalmente a dos cuestiones, la estrategia o la ideología. Los trabajos que atienden a la ideología prestan atención a la finalidad, naturaleza, orígenes y objetivos de dicha ideología, y también al contexto en el que esta nace, y cuál es la sociedad que impulsa, propicia, observa, sufre, tolera o participa de dicha ideología.21 La teoría de las cuatro olas terroristas de David Rapoport es el marco teórico más utilizado actualmente en los estudios sobre terrorismo. Consiste en un análisis cíclico del fenómeno: Según Rapoport, cada ola se debe a cuestiones de «oportunidad política», cada una definida por un determinado cariz ideológico, en el que distintos grupos priorizan el terror de la violencia como estrategia. Estas cuatro olas son: la anarquista de finales del siglo XIX, la anticolonial desde la década de 1920, la de la Nueva Izquierda en los años sesenta, y la fundamentalista islámica desde finales del siglo XX. ETA se encuadraría en la tercera ola, aunque con matices. Y es que la tercera ola fue un fenómeno casi simultáneo 18 HOBSBAWM, E. J.: «Identidad», RIFP, 1994, núm. 3, pp.5-17. 19 ÁLVAREZ JUNCO, J.: «Los nacionalismos en la España contemporánea», Revista de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, 2015, núm. 14, p.3. 20 AVILÉS FARRÉ, J.: «La resaca del 68. El inicio de los años de plomo en Europa», En: FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, G. y DOMÍNGUEZ IRIBARREN, F. (coords.), Pardines. Cuando ETA empezó a matar, Madrid, Tecnos, 2018, p.22. 21 GONZÁLEZ CALLEJA, E.: «Las ciencias sociales ante el problema del terrorismo», Vínculos de Historia, 2014, núm. 3, pp.122-143. 11 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías en Europa Occidental, América Latina, EE. UU., Japón y Palestina, y bebió de la radicalización provocada por la guerra de Vietnam y la OLP de Palestina. Tuvo una inspiración socialista revolucionaria, mezclada a veces con nacionalismo y encontrada en ocasiones con tendencias contrarrevolucionarias. Rapoport sostiene que los movimientos terroristas que mezclaron la izquierda radical con el nacionalismo tuvieron más apoyo social que los de la Nueva Izquierda, como se verá en este trabajo.22 Aunque es discutible, autores como Jeffrey Kaplan, desde la teoría de Rapoport, consideran que algunos movimientos separatistas en su versión terrorista, como IRA y ETA, correspondían a los coletazos de la segunda ola (anticolonialista), que se adaptaron con éxito a la tercera ola (Nueva Izquierda). Dentro de la Guerra Fría, la tercera ola terrorista nacería del rechazo a la guerra de Vietnam, asociando a EE. UU. con el imperialismo y el belicismo, y ciertos Estados revolucionarios con la paz. La novedad de la tercera ola es que las acciones de los terroristas tenían una mayor amplificación internacional, facilitada por la revolución de los medios de comunicación de masas, hecho que aprovecharon ciertos movimientos nacionalistas.23 En definitiva, la teoría de Rapoport sirve para comprobar que, si bien cada caso tiene peculiaridades, propias de cada contexto, cada fenómeno terrorista se inserta en un contexto general. El caso vasco, por tanto, no es una excepción española, y se puede explicar prestando atención a cuestiones globales. III. EL CASO VASCO: ETA, NACIONALISMO Y TERRORISMO Como se puede observar en la figura 1, el nacionalismo vasco es un espectro político muy complejo, inabarcable en su totalidad en un trabajo de estas características. Son muchas las tendencias ideológicas, organizaciones y siglas que han conformado al nacionalismo vasco desde finales del siglo XIX hasta las postrimerías del siglo XX. Además, la evolución y las divisiones de la propia ETA hacen necesarios estudios focalizados. En este caso, se atiende a la V Asamblea de ETA. Para la investigación, se parte sobre todo de los trabajos de Gaizka Fernández, que ha dedicado muchas líneas a explicar el mundo nacionalista vasco, y en particular a ETA, y ha abordado de forma solvente la complejidad de su ideología, sintetizando en sus publicaciones las investigaciones más relevantes. Además, se han utilizado las obras de otros autores especializados entre los que destacan Santiago de Pablo, Idoia Estornés, Eduardo González Calleja, Raúl López Romo, Jesús Casquete, Gurutz Jáuregui, Fernando Molina, Izaskun Sáez de la Fuente, Marianne Heiberg, Juan Aranzadí y Manuel Montero. Gaizka Fernández, siguiendo a José Luis de la Granja, distingue tres ramas dentro del nacionalismo vasco: el moderado, representado fundamentalmente por el PNV; el radical, formado por el Sabino Arana original, ciertos grupos de la segunda mitad del siglo XX, y por supuesto ETA y el mundo abertzale; y el heterodoxo. El nacionalismo vasco radical se caracteriza por: autoproclamarse como único representante de la nación, renovar o crear mitos históricos, aplicar criterios arbitrarios de exclusión étnica, apostar por la independencia unilateral, ser antiespañolista —o antiespañol—, rechazar la negociación con grupos no nacionalistas, pretender la anexión de territorios limítrofes, y apostar por el frentismo nacionalista. Dentro del nacionalismo vasco radical, la izquierda abertzale es un subgrupo caracterizado por haber renunciado teóricamente al aranismo 22 RAPOPORT, D. C.: «Four waves of modern terrorism», En: KURTH, A. and LUDES, J. M. (eds.), Attacking terrorism: elements of a grand strategy, Washington, Georgetown University, 2004, pp.46-73. 23 KAPLAN, J.: «Waves of Political Terrorism», Oxford Research Encyclopedia of Politics, (22 de noviembre de 2016), [Consultado el 8 de marzo de 2021]. https://doi.org/10.1093/acrefore/9780190228637.013.24 12 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías reaccionario, esto es, al tradicionalismo católico y al racismo. De esta forma, al analizar la ideología de la V Asamblea, se puede explicar la ideología matriz de la izquierda abertzale.24 Todo nacionalismo articula su repertorio simbólico y ritual y, sobre todo, un relato histórico sencillo que se muestre como ineludible e incontestable, y que legitime dicho proyecto. Gaizka Fernández identifica de la siguiente manera el relato histórico del nacionalismo vasco radical. Se trata de un relato nacionalista clásico, que sigue una estructura triádica de origen cristiano y de carácter mesiánico consistente en una edad dorada (paraíso), una época de decadencia (caída) y un horizonte prometedor (promesa de redención). De esta manera, la nación vasca sería una Arcadia armoniosa, igualitaria, independiente y culturalmente pura, que fue conquistada y sometida política y culturalmente por los Estados imperialistas español y francés, por lo que los vascos están legitimados para resistir con las armas, con el objetivo de lograr un futuro feliz y alcanzable en el que Euskadi sea un Estado-nación políticamente independiente y culturalmente homogéneo. Las guerras carlistas, la Guerra Civil, y luego la actividad de ETA, serían episodios de ese conflicto entre Euskadi y sus opresores.25 Por tanto, y enlazando con la lección fundamental de los estudios sobre el nacionalismo, el relato de la lucha de la nación vasca por su libertad está aparejado a un esencialismo étnico y ahistórico. Esto es importante dejarlo claro para entender la ideología de ETA. Juan Aranzadí considera que el nacionalismo vasco radical no entiende que: «[…] es el Estado Moderno el que crea la nación, bien produciéndola deliberadamente, bien suscitándola reactivamente, y los movimientos nacionalistas en lucha contra Estados ya constituidos no son esencialmente la expresión de alguna entidad socio- cultural previa dotada de subsistencia propia […] sino la manifestación de la desnuda voluntad de institucionalizar políticamente una comunidad humana artificial y arbitrariamente delimitada, definida y configurada por el propio movimiento nacionalista».26 24 FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, G.: «A lomos de un tigre. ETA, la “izquierda abertzale” y el proceso de democratización», Historia del Presente, 2012, núm. 19, pp.23-38. José Luis de la Granja hace esa distinción del nacionalismo vasco en: DE LA GRANJA SAINZ, J. L.: El siglo de Euskadi. El nacionalismo vasco en la España del siglo XX, Madrid, Tecnos, 2003. 25 FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, G.: «Mitos que matan. La narrativa del “conflicto vasco”», Ayer, 2015, vol. 98, núm. 2, pp.213-240. 26 ARANZADÍ, J.: «Violencia etarra y etnicidad», Ayer, 1994, núm. 13, p.191. 13 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías CAPÍTULO II: LAS PROVINCIAS VASCAS EN LA DÉCADA DE 1960 I. LA INDUSTRIALIZACIÓN Y LA PROSPERIDAD ECONÓMICA El nacionalismo vasco surgió a finales del siglo XIX motivado por dos factores: la abolición foral y los efectos de la industrialización en Vizcaya. Reflejaba un conflicto entre la tradición vasca y el liberalismo español, y entre el ruralismo y la nueva sociedad industrial. ETA surge a finales de los años cincuenta del siglo XX, en un contexto de transformación económica y social de una magnitud similar a la del cambio de siglo.27 En la década de los cincuenta, el régimen franquista se acercó a los vientos favorables del crecimiento económico posbélico occidental. Los Planes de Desarrollo de 1962 hicieron que España creciese como nunca lo había hecho. La industrialización española de las décadas de 1950 y 1960 se concentró en tres polos principales: Barcelona, Vizcaya y Madrid. Como consecuencia de ello, estas tres provincias recibieron una oleada de población rural procedente de Andalucía, las dos Castillas, Galicia y Extremadura, principalmente. Miles de españoles pasaron de trabajar el campo a ser obreros. El cambio demográfico fue muy notable: la población española pasaba de veintiséis millones de habitantes en 1940 a treinta y seis en 1975.28 Con el cambio económico y demográfico vinieron los cambios sociales y culturales, y con ello los cambios políticos. Aunque no estaban entre las provincias «de interés nacional» en los Planes de Desarrollo, las tres provincias vascas, especialmente Vizcaya y Guipúzcoa, crecieron económicamente de forma muy notable hasta 1973. Por ofrecer datos, la renta per cápita en España en 1957 era de 9.862 pesetas, y las cinco provincias españolas con mayor renta eran: Vizcaya con 30.230, Guipúzcoa con 30.229, Madrid con 24.858, Barcelona con 22.453 y Álava con 21.294.29 La industria vasca creció y se diversificó. Álava despuntó por primera vez de forma muy notable, debido al abigarramiento industrial de la costa, y su industria fue impulsada por las autoridades locales. A las grandes industrias pesadas tradicionales —metalúrgica y naval— de la Ría de Bilbao se unieron en esos años, en Vizcaya y Guipúzcoa, pequeñas localidades semirrurales que fueron convertidas en centros industriales de bienes de equipo y sobre todo de consumo, de gran productividad y que requerían una mano de obra cualificada, como los electrodomésticos y las piezas para automóviles. Eran sectores como el químico, muy competitivos y de alto valor añadido. Además, no dejaron de crecer los pequeños talleres y cooperativas de zonas rurales y semirrurales presentes sobre todo en Guipúzcoa, como el ejemplo paradigmático de Mondragón. El sector servicios también crecía notablemente.30 La población de las tres provincias vascas había pasado de casi 900.000 habitantes en 1930 a 1.061.000 en 1950, llegando hasta los 2.070.000 en 1975. El Gran Bilbao y Álava crecieron espectacularmente, debido al aumento de la natalidad y la disminución de la mortalidad, pero también a la inmigración, que resultó clave para sostener el crecimiento 27 MONTERO GARCÍA, M.: Historia del País Vasco. De los orígenes a nuestros días, San Sebastián, Txertoa, 1998, pp.158-162. 28 CASANOVA, J. y GIL ANDRÉS, C.: Historia de España en el siglo XX, Zaragoza, Titivillus, 2009, pp.313-341. 29 DE ROSA, L.: «The economic background to the Basque question in Spain», En: AA. VV. (eds.), Economic Change and the National Question in Twentieth-century Europe. Cambridge, Cambridge University Press, 2004, pp.150-172. 30 DE PABLO CONTRERAS, S.: «Tiempo de contrastes. El País Vasco en la década de 1960», En: FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, G. y DOMÍNGUEZ IRIBARREN, F. (coords.), Pardines. Cuando ETA empezó a matar, Madrid, Tecnos, 2018, p.48. 14 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías industrial y la prosperidad económica, no sin provocar problemas urbanos como el hacinamiento en las ciudades.31 II. CAMBIOS SOCIALES Las transformaciones económicas iniciadas en la década de los cincuenta afectaron a la sociedad vasca de distintas formas. Para Hobsbawm, entre 1945 y 1990 se vivió la mayor transformación social de la historia humana, una transformación «intensa, rápida y universal».32 El declive del campo llevó al auge de las ciudades y la urbanización, proliferaron nuevas profesiones cualificadas, y con ello tuvo lugar un crecimiento universitario. Los estudiantes se convirtieron entonces en una fuerza política, social y cultural como nunca lo habían sido. De hecho, muchos hijos de la clase media y de algunos obreros pudieron acceder ahora a la universidad. De 31.809 universitarios españoles en el curso 1935-1936 se pasó a 187.756 en el curso 1971-1972. En 1968 se creó la Universidad de Bilbao, que sería desde 1980 la actual universidad del País Vasco.33 En los últimos años de la dictadura las reivindicaciones obreras, el movimiento antifranquista y las protestas estudiantiles crecieron aún más, de una forma parecida a los movimientos que se sucedían en esos años en el resto del mundo occidental.34 Por tanto, pese al control del régimen, España en los años sesenta estaba experimentando cambios sociales en sintonía con el resto de Europa occidental. Sin embargo, como se verá a continuación, el País Vasco35 tenía sus peculiaridades. Durante los años de desarrollo en el País Vasco del franquismo, parte de la sociedad vio mejorado su nivel de vida material. Era una sociedad con cada vez más prosperidad económica, pero sin poder de decisión política. En este contexto, el resurgimiento del nacionalismo vasco fue progresivo, y parejo a la liberalización del régimen.36 Atendiendo al contexto de las provincias vascas se puede observar que en los años cincuenta surgió una clase obrera nueva, nutrida del éxodo rural entre 1939 y 1965, y que adquirió conciencia y empezó a ser combativa entre 1956 y 1962. El movimiento obrero resurgió en España tímidamente a finales de los años cuarenta, y gran parte de las huelgas y de las acciones sindicales se llevaron a cabo precisamente en los centros obreros urbanos vascos, sobre todo en Vizcaya, destacando las huelgas de 1947, 1956 y 1961. Las CC. OO. Tuvieron un papel destacado. Se comenzaron a desarrollar entre 1962 y 1966, frente al sindicato vertical, y buscaron participar en las elecciones sindicales. En las huelgas de 1967, las CC. OO. tuvieron gran importancia. Sin duda, la mayor huelga desde 1939 en España tuvo lugar en Bilbao, con una duración de 163 días, entre 1966 y 1967. En la década de los sesenta, de las luchas laborales se pasó a la lucha contra el régimen en el plano político. Se distinguían entonces dos tendencias fundamentales: el PCE y su vía pacifista, que buscaba minar al régimen y al sindicato vertical «desde dentro», y las corrientes de la Nueva Izquierda (socialistas, maoístas, trotskistas, y nacionalistas vascos 31 MONTERO GARCÍA, M.: Historia del País Vasco …, op. cit. pp.209-213. 32 HOBSBAWM, E. J.: Historia del siglo XX. Buenos Aires, Crítica, 1998, pp.290-322. 33 DE PABLO CONTRERAS, S.: «Tiempo de contrastes» …, op. cit. p.50. 34 CASANOVA, J. y GIL ANDRÉS, C.: Historia de España en el siglo XX …, cit. pp.313-341. 35 Se utilizará la denominación «País Vasco» en referencia a las Provincias Vascongadas. Aunque el nacionalismo vasco implica también a Navarra y al País Vasco francés, se utilizará fundamentalmente la denominación País Vasco, en referencia a las tres provincias vascas, donde tienen lugar la mayor parte de los acontecimientos relevantes para este trabajo. 36 HEIBERG, M.: «The moral community, from clandestinity to power», En: GOODY, J. (ed.), The making of the Basque nation, Cambridge, Cambridge University Press, 1989, pp.103-132. 15 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías de izquierdas) que boicoteaban las elecciones sindicales y apostaban por una mayor radicalidad política.37 La protesta obrera aumentó en los últimos años del franquismo, y el movimiento estudiantil disminuyó, pero no dejó de tener importancia. Javier Tusell indica que las acciones de la oposición, tanto pacífica como violenta, no amenazaron seriamente a la dictadura en ningún momento. El régimen convivió en todo momento con esos factores de desestabilización, aunque, durante los sesenta, no eran pocos los grandes focos de protesta obrera: Asturias, Barcelona, País Vasco y Madrid. Generalmente fueron protestas de reivindicaciones laborales específicas, y no tuvieron un carácter revolucionario.38 Según avanzaba la década de los sesenta, en Vizcaya y especialmente en Guipúzcoa la lucha obrera se mezclaba cada vez más con el nacionalismo vasco radical. Las CC. OO. de Vizcaya tenían como consignas: «derecho de huelga; sindicato independiente y de clase; libertades democráticas y nacionales; contra la represión y la carestía».39 III. CAMBIOS CULTURALES Y DE MENTALIDAD Los cambios acelerados en el modo de vida material suelen provocar cambios de mentalidad. En el País Vasco, esos cambios convivieron con elementos tradicionales, por lo que Santiago de Pablo se ha referido al País Vasco de los sesenta como un «tiempo de contrastes». Quizá, uno de los mayores contrastes es que la Iglesia seguía influyendo sociológicamente en gran parte de los vascos, pero al mismo tiempo cada vez más jóvenes se estaban acercando a las nuevas corrientes de pensamiento progresistas, y criticaban a la religión.40 Con el aumento de la urbanización y la generalización de la educación y la instrucción públicas, la Iglesia estaba perdiendo el monopolio de la educación y de la moral. Se estaba asistiendo a un proceso de secularización de las sociedades urbanas españolas, que cada vez convergían más en mentalidad y en modos de vida con el resto del mundo occidental. Esto provocaba, en palabras de Izaskun Sáez de la Fuente, «un creciente pluralismo cosmovisional y político».41 Pero la Iglesia también se había renovado tras el Concilio Vaticano II (1962-1965). Por lo que al tradicional proselitismo que parte del clero vasco hacía del nacionalismo, había que sumarle una nueva actitud de la Iglesia, que haría a muchos sacerdotes jóvenes abrazar una filosofía progresista e incluso revolucionaria, a la vez que el número de seminaristas disminuía considerablemente. Lo cierto es que en los sesenta el carlismo había colapsado definitivamente, y su lugar había sido ocupado progresivamente por un nacionalismo vasco renovado.42 Un mito muy presente en el relato del antifranquismo es el que sostiene que casi todos los jóvenes vascos eran activistas antifranquistas en el tardofranquismo. Santiago de Pablo lo desmiente aludiendo precisamente a esa nueva vida que estaba brindando el desarrollo económico en España —especialmente en el País Vasco—, que hacía que la mayor parte de los jóvenes, en especial los de la clase media emergente, estuviesen desconectados de la política, tuviesen indiferencia o tolerancia por el régimen, y se preocupasen más por su propia vida, por las modas y por su bienestar material. No todos los jóvenes vascos se comprometieron con el antifranquismo, aunque el apoyo 37 FONTÁN, P.: «España bajo Franco», En: AA. VV.: Historia del movimiento obrero. Volumen 5. De la Revolución Cubana a la actualidad. Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1974, pp.257-288. 38 TUSELL, J.: Dictadura franquista y democracia, 1939-2004, Barcelona, Crítica, 2005, pp.221-227. 39 FONTÁN, P.: «España bajo Franco» …, op. cit. pp.257-288. 40 DE PABLO CONTRERAS, S.: «Tiempo de contrastes» …, op. cit. pp.39-76. 41 SÁEZ DE LA FUENTE, I.: El Movimiento de Liberación Nacional Vasco …, op. cit. p.114. 42 DE PABLO CONTRERAS, S.: «Tiempo de contrastes» …, op. cit. pp.39-76. 16 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías sociológico a las izquierdas y en particular al nacionalismo radical fuesen en aumento desde los primeros años de la década de 1970.43 Durante los años sesenta en España también tuvo lugar una tímida liberalización del régimen. En el País Vasco esto permitió un cierto desarrollo de la cultura vasca y del euskera, y facilitó el asociacionismo. El nacionalismo vasco, que sobrevivía en el ámbito familiar y privado, encontró mayores espacios donde propagarse: asociaciones culturales de todo tipo, deportivas, gastronómicas, y, como venía siendo hasta ese momento, la Iglesia.44 En definitiva, la década de los sesenta fue un periodo trascendental en la historia contemporánea mundial, lo que se reflejó en el mítico año de 1968. Hay otros dos aspectos que fueron muy importantes en la configuración de los cambios culturales y de mentalidad en España, especialmente en el País Vasco: los movimientos de protesta de los sesenta, y la última fase del proceso de descolonización. Estos dos aspectos se tratarán con mayor profundidad en apartados posteriores. 43 Ibidem, pp.39-76. 44 Ibidem, pp.39-76. 17 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías CAPITULO III: ETA Y LA V ASAMBLEA I. DE LOS ORÍGENES DE ETA A LA V ASAMBLEA (1959-1965) ETA era la única banda terrorista significativa que seguía operando en Europa a finales del siglo XX. La banda terrorista llegaría a vivir cinco décadas, y cargaría sobre sus espaldas más de 850 víctimas mortales. ETA apareció en pleno franquismo, a partir de un largo proceso, y supuso la primera gran ruptura dentro del nacionalismo vasco, hasta ese momento monopolizado casi en su totalidad por el PNV. El PNV había sido la principal organización política del nacionalismo vasco desde su fundación por Sabino Arana en 1895, y había evolucionado ideológicamente desde un primer nacionalismo radical, antiespañol y antiliberal hasta un pragmatismo autonomista que le habría convertido en el exilio en una organización política conservadora y democristiana. En el siglo XIX, el carlismo, reaccionario y tradicionalista, y defensor de los fueros y de la religión católica, había actuado como un prólogo en la historia del nacionalismo vasco, que surgió en el contexto de la primera industrialización, en Vizcaya y más tarde en Guipúzcoa.45 En el momento de la centralización y construcción del Estado liberal en España, el nacionalismo vasco era una continuación de la reacción a la modernidad, y por eso fue apoyado por la Iglesia. El nacionalismo vasco surgió entre la pequeña oligarquía conservadora y católica rural y la pequeña burguesía urbana tradicional, que se veían constreñidas entre la alta burguesía industrial españolista y el proletariado inmigrante de tendencias socialistas.46 Como se ha indicado en líneas anteriores, el nacionalismo sabiniano era esencialista y cultural. La raza era el elemento prioritario, pero también la religión, las leyes antiguas (fueros), el carácter y las costumbres y vascas, la personalidad histórica, y en menor medida el euskera. La raza vasca correspondía sobre todo a la pureza de los apellidos, y también se demostraba mediante la excepcionalidad del euskera. Este primer nacionalismo era además anti industrialista; defendía una sociedad rural y tradicional católica, acometía contra la oligarquía industrial y financiera, y rechazaba a los inmigrantes del resto de España por considerarles extranjeros, ateos y portadores de ideas socialistas. Desde 1898 el PNV abandonó el radicalismo y el anti industrialismo, y se volvió pragmático, continuando en esa línea hasta la Guerra Civil.47 En la Segunda República el nacionalismo vasco consiguió impregnar a una parte de la sociedad vasca, el estatuto de autonomía de 1936 dio lugar al País Vasco como entidad jurídico-administrativa, y el PNV se acercó a republicanos y socialistas. Pese a la gran descoordinación del gobierno vasco con la República, el nacionalismo vasco luchó contra las fuerzas sublevadas en la Guerra Civil, y tras la victoria franquista, el PNV confió el futuro del nacionalismo vasco a su compromiso con los aliados en la Segunda Guerra Mundial, esperando que, ante una eventual caída del régimen, el País Vasco tuviese garantizada su autonomía de alguna forma. Cuando EE. UU. y, en consecuencia, el bloque occidental, se acercaron a Franco, el PNV entró en una crisis de estrategia que se tradujo en una desorientación general en el nacionalismo vasco. Esa desilusión fue el caldo de cultivo de ETA.48 45 En Álava y Navarra el carlismo seguía teniendo fuerza. 46 MONTERO GARCÍA, M.: Historia del País Vasco …, op. cit. pp.158-162. 47 Ibidem, pp.158-162. 48 MEES, L.: Nationalism, Violence and Democracy. The Basque Clash of Identities, New York, Palgrave Macmillan, 2003, pp.21-30. 18 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías Los precedentes nacionalistas radicales vascos habían sido los grupos Aberri (Patria) en la década de 1920 y Jagi-Jagi (Arriba-Arriba) en la Segunda República. Aunque eran una clara minoría, en los años cincuenta había una generación de jóvenes nacionalistas vascos inquietos, que no habían vivido la guerra y que estaban condicionados por un contexto histórico y social muy específico. En 1952 apareció Ekin (Hacer), una organización disconforme con la estrategia del PNV en el exilio, y que abogaba por un mayor activismo nacionalista. Ekin estaba formado por miembros del grupo estudiantil EIA y de EGI, la organización juvenil del PNV. En 1958 EGI perdió parte de su militancia, y antiguos integrantes de Ekin como Julen Madariaga, José Luis Álvarez Emparanza (Txillardegi) y José María Benito del Valle formaron ETA en julio de 1959. El nacionalismo vasco se había dividido de forma significativa por primera vez, pero esto solo correspondía, por el momento, a diferencias estratégicas y no ideológicas o programáticas. ETA surgía como una organización nacionalista radical, formada en sus orígenes por jóvenes estudiantes de clase media urbana, y procedentes de familias de tradición nacionalista, en contra del PNV en el exilio, al que consideraban colaboracionista y lacayo del republicanismo español.49 ETA utilizaba en 1959 dos palabras principales: libertad y autodeterminación. Los primeros militantes de ETA se dedicaban a estudiar la historia, la lengua y la cultura vascas. Redescubrieron a Sabino Arana, pero se desligaron de su pensamiento en la cuestión de la religión y la raza. ETA se declaró no confesional. Consideraban fundamentalmente a Euskadi como un pueblo oprimido y sometido, cuya lengua y cultura —etnia, ya no raza— estaban en peligro. Al igual que a finales del siglo XIX, la inmigración que llegaba al País Vasco en el franquismo procedente de otras partes de España fue vista por los ideólogos de ETA como una colonización cultural que llevaba a cabo el Estado español para asimilar culturalmente a Euskadi, un territorio sin capacidad de emprender acciones político-culturales propias. ETA se presentó como la continuación de la resistencia vasca en la Guerra Civil, tomando el testigo de una misión inacabada: la liberación de Euskadi. Esta ruptura de los sectores radicales del nacionalismo con el PNV se puede interpretar también en clave de brecha generacional, sobre todo en lo que respecta a las bases sociales de apoyo que tendrá ETA desde finales de los sesenta.50 La ideología de ETA entre 1959 y 1964 era confusa. De la ETA primigenia solo cabía una certeza ideológica: era una organización nacionalista radical. Así se veía en su I Asamblea, en 1962. ETA no se consideraba un partido político, sino un «Movimiento Revolucionario Vasco de Liberación Nacional»51 cuyo objetivo era la libertad de Euskadi, defendiendo el euskera como el elemento central de la identidad vasca, y abandonando, como se ha dicho, el concepto de raza que defendió el Arana original. También defendían una democracia representativa, a la vez que renegaban del fascismo y del comunismo por igual. En 1962, el movimiento obrero resurgió con fuerza y proliferaron las huelgas. La fuerza del movimiento obrero impresionó a ETA, que empezó a observar su potencial, no sin suscitar la desconfianza de los sectores más nacionalistas. También, apareció en estos momentos un tímido interés por el Tercer Mundo, que tendría un papel trascendental en los años posteriores. La revista de ETA, Zutik (En pie), comenzaba a hablar del ejemplo 49 TUSELL, J.: Dictadura franquista y democracia …, op. cit. pp.221-227. 50 SÁEZ DE LA FUENTE, I.: El Movimiento de Liberación Nacional Vasco …, op. cit. pp.111-274. 51 ETA deja claro que utilizará los medios más adecuados a cada momento para conseguir su objetivo que no es otro que la liberación de Euskadi. HERNÁNDEZ NIETO, M.: «Ideología y estrategia de ETA. La acción violenta en los inicios de la organización», Aportes, 2013, núm. 82, pp.65-80. 19 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías de israelitas, congoleños y argelinos, y a utilizar términos como «colonia española» para referirse a Euskadi. Pero el modelo cubano sería sin duda el más admirado.52 En la II Asamblea (1963), la tentación izquierdista fue apartada por el fuerte nacionalismo dominante, y predominaron los antiguos militantes, Madariaga, Txillardegi y Benito del Valle. No obstante, se empezó a ver una influencia maoísta, desde la que ETA comenzó a preocuparse por la liberación social. ETA se consideró entonces socialista, pero alejada del marxismo-leninismo. La palabra comunista aún levantaba ampollas en la mayoría de los nacionalistas vascos, por lo que se trataba de un socialismo de carácter humanista, de raíces católicas incluso. Sin embargo, en los integrantes de ETA había un gran pluralismo ideológico en esos momentos: socialdemócratas, comunistas, anarquistas, sindicalistas, maoístas, socialcristianos, entonacionalistas, pacifistas seguidores de Gandhi…53 1963 fue un año importante en la historia ideológica de ETA. El ideólogo etarra de origen ítalo-alemán, Federico Krutwig, publicó la que sería considerada como «la Biblia de ETA»: Vasconia. Estudio dialéctico de una nacionalidad (1963).54 Esta obra supuso el principio del cambio ideológico de ETA. Krutwig teorizó sobre un marxismo que podía compatibilizarse con el nacionalismo vasco radical, según los ya admirados ejemplos de las luchas anticoloniales.55 Por primera vez, una rama significativa del nacionalismo vasco se acercaba realmente a ciertas formas de izquierda, al menos en el plano teórico. En Vasconia se citaba a figuras tan dispares como Sabino Arana, Marx, Bakunin, Lenin, Mao, Ho-Chi-Min, Clausewitz y Guy Héraud.56 ETA había redescubierto el nacionalismo aranista, y ahora trataba de renovarlo, impregnándolo con tintes izquierdistas. Desde 1964, tuvo lugar un mayor acercamiento a la lucha obrera, a la vez que los ideólogos de ETA comenzaban a interesarse por los movimientos revolucionarios de liberación nacional y descolonización de lugares como China, Cuba, Argelia o Vietnam.57 La III Asamblea (1964) estuvo marcada por la ponencia La insurrección en Euzkadi (1964), texto escrito por Madariaga, en el que se comparaba la situación del País Vasco con las colonias del Tercer Mundo, y se legitimaba la violencia como un posible instrumento al servicio de la liberación de Euskadi. En este momento destacó una cierta disidencia ideológica de cariz izquierdista, que se fue acrecentando y que desembocaría en las asambleas IV y V. En la III Asamblea, ETA exploró de forma más decidida las posibilidades ideológicas del tercermundismo propuesto por Krutwig en Vasconia. ETA buscaba diferenciarse del «nacionalismo burgués» del PNV, y se consideraba «antiimperialista» y «anticapitalista».58 No obstante, ETA intentó durante la primera mitad de los sesenta hacer un frente nacionalista, cosa que el PNV rechazó por desconfianza. En 1964, el PNV rechazaba el frente con ETA, desvinculándose de los integrantes de ETA, y les llamaba «los falangistas de Euskadi, tanto en la acción como en la ideología».59 52 FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, G.: «El simple arte de matar. Orígenes de la violencia terrorista en el País Vasco», Historia y Política, 2014, núm. 32, pp.271-298. 53 LEONISIO CALVO, R.: «Izquierda abertzale. De la heterogeneidad al monolitismo», En: NAVAJAS ZUBELDIA, C. e ITURRIAGA, D. (eds.), Coetánea. Actas del III Congreso Internacional de Historia de Nuestro Tiempo, Logroño, Universidad de la Rioja, 2012, pp.377-388. 54 La obra fue escrita por Krutwig con el seudónimo Fernando Sarrailh de Ihartza. 55 FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, G.: «El simple arte de matar» …, op. cit. pp.271-298. 56 MEES, L.: Nationalism, Violence and Democracy …, op. cit. pp.21-30. 57 MONTERO GARCÍA, M.: Historia del País Vasco …, op. cit. pp.214-218. 58 LEONISIO CALVO, R.: «Izquierda abertzale» …, op. cit. pp.377-388. 59 FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, G.: «Ellos y nosotros. La cumbre de Chiberta y otros intentos de crear un frente abertzale en la transición», Historia del presente, 2009, núm. 13, pp.97-114. 20 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías En la IV Asamblea (1965), la teoría tercermundista de Madariaga fue cuestionada por ser poco realista; Madariaga estaba comparando las colonias pobres y agrarias del Tercer Mundo con un País Vasco próspero e industrializado. A nivel táctico, se prestó atención entonces a Bases teóricas de la guerra revolucionaria (1965), de José Luis Zalbide, donde se propuso la estrategia acción-reacción como forma de movilizar a la sociedad vasca para que apoyara la guerra revolucionaria. Esta estrategia buscaba, mediante la violencia, una respuesta indiscriminada y torpe del régimen. La represión afectaría no solo a los etarras, sino a parte de la población vasca, por lo que aumentarían los apoyos sociales hacia ETA.60 En el plano ideológico, la IV Asamblea representaba un punto de no retorno para ETA. Dentro de la organización, se perfilaron tres tendencias que compitieron entre sí y que acabaron configurando la ideología de la organización. Estas tendencias eran: la etnicista, culturalista, o etnonacionalista61, la anticolonialista o tercermundista, y la obrerista, también conocida como izquierdista, y en ocasiones como marxista-leninista. En la IV Asamblea tuvieron mucha proyección las tendencias tercermundista y obrerista, y los etnonacionalistas se habían diluido en la corriente tercermundista. Además, estos estaban divididos a su vez entre europeístas y tercermundistas. En la IV Asamblea se incidió en que liberación social y nacional debían ir de la mano, por lo que la tendencia obrerista comenzó a hacer planteamientos ideológicos orientados a la izquierda y al movimiento obrero y, por tanto, cada vez más alejados del nacionalismo, algo que fue censurado por etnonacionalistas y tercermundistas.62 Lo cierto es que en la IV Asamblea ETA ya pretendía mezclar claramente el nacionalismo radical con el socialismo. La corriente obrerista, representada por los jóvenes Patxi Iturrioz y Eugenio del Río, quería participar en el movimiento obrero y en la lucha antifranquista. Iturrioz era el encargado en esos momentos de la Oficina Política, y desde la revista Zutik, buscaba un «patriotismo obrero», rechazando la xenofobia y atendiendo más a la lucha de clases. Txillardegi atacaba a la Oficina Política con calificativos como comunistas, españolistas, «ateos en religión y apátridas en lo nacional», norteñistas, antivascos, infiltrados del FLP… Los etnonacionalistas hablaban de los obreristas como traidores «al pueblo vasco y a ETA», como una especie de agentes al servicio del régimen63. Hay que tener en cuenta también que en esos momentos ETA estaba viviendo una ruptura generacional que coincidía con la pugna ideológica. Los fundadores de ETA, más mayores, eran etnonacionalistas y europeístas, querían formar un frente nacional interclasista, y se inspiraban en un nacionalismo cercano a otros nacionalismos subestatales europeos de corte étnico. En los sesenta, los miembros más jóvenes estaban recibiendo el influjo de nuevas ideas: unos buscaban una revolución social pero sobre todo nacional, apostando por la violencia radical (tercermundistas, o anticolonialistas); y otros querían una revolución social de clase, inclinándose más por el activismo sindical y político (obreristas).64 Estas nuevas ideas complementaban y renovaban al nacionalismo, por una parte, pero lo cuestionaban y lo desechaban por otra. En 1965, aparecía entonces la que sería la gran encrucijada ideológica de ETA hasta el final de la década: patria o clase, nacionalistas o marxistas. 60 FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, G.: «El simple arte de matar» …, op. cit. pp.271-298. 61 En algunas publicaciones se puede encontrar también el término «etnolingüista» para referirse a esta tendencia, ya que su principal bandera era la defensa del euskera como el rasgo principal de la etnia vasca. 62 LEONISIO CALVO, R.: «Izquierda abertzale» …, op. cit. pp.377-388. 63 FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, G.: «El precio de pasarse al enemigo. ETA, el nacionalismo vasco radical y la figura del traidor», Cuadernos de Historia Contemporánea, 2013, vol. 35, pp.89-110. 64 LEONISIO CALVO, R.: «Izquierda abertzale» …, op. cit. pp.377-388. 21 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías II. LA V ASAMBLEA (1966-1967) La V Asamblea fue la más compleja de la historia de ETA debido al «estallido de tendencias» 65, y se desarrolló en dos partes, la primera en diciembre de 1966 y la segunda en marzo de 1967, y buscaba solucionar las desavenencias que habían comenzado a enquistarse en la organización, y definir una ideología y una estrategia claras. En la V Asamblea los tercermundistas seguidores de Krutwig tomaron el mando. Se trataba de José María Escubi, Patxo Unzueta, y los hermanos Txabi y José Antonio Etxebarrieta. Estos integrantes de ETA eran parte de esa nueva generación que protagonizaría en distintas partes de Europa occidental las protestas del 68 por una parte, y el terrorismo de los años de plomo por otra.66 Txabi Etxebarrieta presidió la asamblea, introduciendo el término «Pueblo Trabajador Vasco», y Jokin Gorostidi defendió el «nacionalismo revolucionario», en contra del nacionalismo burgués del PNV. El pueblo vasco estaría compuesto entonces por todo trabajador de Euskal Herria. ETA se autodenominó «Movimiento Socialista Vasco de Liberación Nacional». La liberación social y la liberación nacional iban así aparejadas como objetivos de ETA67. Desde el modelo tercermundista, ETA buscaba la independencia y, en teoría, el socialismo en Euskadi. En 1967 se articuló a la organización en cuatro frentes: cultural, socioeconómico, político y militar. Como consecuencia de estas decisiones, el nacionalismo triunfó sobre la corriente obrerista, que promulgaba un mayor universalismo. Ahora bien, hay que entender que este nacionalismo recibía un fuerte contenido social, a la manera anticolonialista, sobre todo de inspiración maoísta.68 Se consagraba la mezcla de un cierto tipo de ideología socialista revolucionaria y tercermundista con el nacionalismo vasco radical, a la vez que se apostaba por la lucha armada y la estrategia de la espiral acción-reacción. ETA se convertía así en el primer encuentro significativo entre el nacionalismo vasco y la izquierda, pero una izquierda marcada por su tiempo. Esto dio como resultado una primera escisión obrerista. La Asamblea dio a conocer el informe Análisis y crítica del españolismo social-chovinista. Iturrioz y Del Río fueron expulsados por las exigencias de Txillardegi y condenados a muerte, y crearon ETA-berri (nueva)69, que luego pasó a ser el EMK. Además, en 1966 Xabier Zumalde, izquierdista, también se separaba formando la efímera guerrilla rural conocida como Los Cabras. A su vez, los etnonacionalistas también abandonaron ETA en 1967 porque renegaban de la inspiración marxista de la corriente tercermundista.70 Txillardegi, Benito del Valle y Zabier Imaz representaban a esta corriente descontenta, cercana al aranismo original. Las ideas de los etnonacionalistas se refugiaron entonces en la revista Branka (Proa) (1966- 1971), fundada por Krutwig y Txillardegi, desde donde acometieron contra los «españolistas» de Zutik e influyeron posteriormente en ETA.71 Los etnonacionalistas consideraban la imposibilidad de que su tendencia socialista «humanista» casase con la corriente marxista-leninista dominante, a la que consideraban una «contaminación españolista».72 Es decir, algunos etnonacionalistas abogaban por una liberación social 65 LLERA RAMO, F. J.: «ETA: ejército secreto y movimiento social», Revista de Estudios Políticos, 1992, núm. 78, pp.161-193. 66 FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, G.: «El simple arte de matar» …, op. cit. pp.271-298. 67 AZURMENDI, J. F.: PNV-ETA. La crónica oculta (1960-1979), País Vasco, Ttarttalo, 2012, pp.106- 114. 68 JAVATO GONZÁLEZ, V. M.: «ETA. Origen e ideología», Ab Initio, 2011, núm 3, pp.143-163. 69 ETA-berri se definía como un partido marxista-leninista y no nacionalista. 70 LEONISIO CALVO, R.: «Izquierda abertzale» …, op. cit. pp.377-388. 71 FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, G.: «Ellos y nosotros» …, op. cit. pp.97-114. 72 AZURMENDI, J. F.: PNV-ETA …, op. cit. pp.106-114. 22 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías humanista, que no era marxista, sino que solo aspiraba a humanizar el capitalismo, no a una revolución social, y consideraba a los marxistas y obreristas como comunistas españolistas, ante todo contrarios al nacionalismo. La ETA nacionalista —ETA-zaharra (vieja)— y ciertos sectores del PNV cargaron duramente contra la tendencia obrerista de ETA-berri y Zutik, al considerarla una amenaza para el nacionalismo, dado su potencial atractivo entre la juventud de izquierdas. Se inició entonces una campaña propagandística, de difamación, y de marginación social. «Traidores», «infiltrados» y «españolistas» fueron los calificativos más comunes que tercermundistas y etnonacionalistas asignaron a los obreristas.73 En la V Asamblea no había una sino muchas disyuntivas: «etnicismo o marxismo, frente nacional o frente de clase, papel de la violencia, función del euskera, antifranquismo o antiespañolismo, etc».74 El resultado fue una alianza endeble entre la corriente etnonacionalista y tercermundista, que acabó aislando a los obreristas, quienes, entre otras cosas, pretendían acercarse al proletariado de «los otros pueblos de España». Tras el triunfo del ala tercermundista, el matiz social revolucionario antiimperialista contra el Estado español se adaptó en forma de lucha contra la «oligarquía española».75 Entre 1966 y 1968 ETA se consagró como organización terrorista. Hasta esos momentos, el activismo de ETA había consistido fundamentalmente en el reparto de propaganda ilegal, la realización de pintadas y la destrucción de símbolos franquistas. En la V Asamblea se apostó por la violencia, y en 1968 ETA se cobró sus primeras víctimas. Esto se debió, en parte, a la victoria interna del sector tercermundista, que quería emular una guerra de guerrillas antiimperialista, siguiendo a Krutwig.76 Con la espiral acción- reacción ETA quería aumentar sus apoyos y desgastar al régimen. Aunque la ideología que surgió de la V Asamblea a partir de la corriente tercermundista coadyuvaba de forma lógica a la estrategia de la violencia, no se puede obviar que la decisión de la violencia se debió en última instancia a la voluntad de los terroristas como actores individuales y colectivos, y no a la inevitabilidad histórica. No fueron empujados a matar por la coyuntura. Todo siempre pudo ser de otra manera. Sin embargo, en la génesis de la violencia de ETA intervienen tanto causas ideológicas como estratégicas. Las ideológicas son importantes porque legitimaron la violencia, no solo dentro de la propia banda, sino entre los apoyos sociales con los que esta contó.77 En resumidas cuentas, en la V Asamblea las ideas tercermundistas se copiaron en el plano estratégico (guerrilla) y en el ideológico (casar nacionalismo con alguna forma de socialismo).78 ETA se reafirmó en las tesis de la IV Asamblea, y construyó una ideología que podemos denominar híbrida, entre nacionalismo y marxismo, o socialismo si se prefiere. En las próximas líneas se verá qué evolución siguió esta ideología hasta 1971, y qué implicaciones tuvo, para posteriormente tratar de explicar en qué consistía exactamente la síntesis que los tercermundistas hicieron entre nacionalismo y marxismo. 73 FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, G.: «El precio de pasarse al enemigo» …, op. cit. pp.89-110. 74 GONZÁLEZ CALLEJA, E.: El laboratorio del miedo. Una historia general del terrorismo, Barcelona, Crítica, 2012, p.557. 75 Ibidem, pp.510-640. 76 TUSELL, J.: Dictadura franquista y democracia …, op. cit. pp.221-227. 77 FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, G.: «El simple arte de matar» …, op. cit. pp.271-298. 78 Ibidem, pp.271-298. 23 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías III. LAS IMPLICACIONES DE LA V ASAMBLEA EN LA IDEOLOGÍA DE ETA (1968- 1971) Entre 1965 y 1968 se fue forjando el que sería el primer nacionalismo vasco de masas.79 El modelo tercermundista había conseguido imponerse, no sin discrepancias internas, y en 1968 podían observarse pintadas callejeras cada vez más profusas con mensajes como: «Euskadi, Cuba de Europa».80 El nacionalismo se impuso, pero aún no había logrado acabar del todo con las tendencias más izquierdistas. A partir de 1968 la actividad de ETA cobró una mayor importancia; ETA inició la escalada terrorista y se convirtió en un factor de desestabilización para la dictadura. Tal como se pretendía con la estrategia acción-reacción, la violencia de ETA provocó una oleada represiva que hizo que gran parte de la población vasca simpatizase con la banda y se acercase al nacionalismo vasco radical en su vertiente abertzale. Fueron tres los acontecimientos que dieron prestigio antifranquista a ETA en los últimos años de la dictadura: el proceso de Burgos de 1970, el asesinato de Carrero Blanco en 1973, y las ejecuciones de 1975.81 En palabras de Gaizka Fernández, en los últimos años del franquismo, ETA había amasado «un enorme capital simbólico, que se tradujo en el respaldo del resto de la oposición antifranquista y […] en la creciente admiración de una notable parte de los vascos, que empezó a percibir a ETA como una especie de Mesías armado».82 ETA fue, durante décadas, el adalid del nacionalismo vasco radical. Aunque la V Asamblea configuró el nacionalismo revolucionario como la ideología de ETA, la disquisición ideológica sobre qué factor debía primar, si nacionalismo o socialismo, se trasladó hasta 1970. Patxo Unzueta proponía un giro al marxismo- leninismo, y el sector tercermundista de Krutwig y el entonacionalista y militarista de Juan José Etxabe se oponían. En la VI Asamblea, cuya primera parte se celebró en agosto de 1970, se aprobaron las tesis obreristas, lo que produjo una división entre ETA-V y ETA-VI, en referencia a la asamblea a la que cada grupo otorgaba la legitimidad. También se separó un grupo de izquierda no nacionalista conocido como las Células Rojas. ETA estaba viviendo una de sus mayores crisis internas. ETA-V era el sector abertzale, que no reconoció lo estipulado en la VI Asamblea y acometió contra el «liquidacionismo españolista» de la «facción marxista-leninista española». ETA-V fue la ETA que prevaleció y que continuó como banda terrorista. ETA-VI83 era el sector obrerista que se impuso en la VI Asamblea, sector que perdió pese a tener el respaldo de la Asamblea, debido a sus contradicciones ideológicas y a sus divisiones internas. Como ocurrió con ETA-berri, ETA-VI fue despreciada de forma racista por ETA-V, una vez más, con la acusación de «españolistas». Como pasó años atrás, ETA-V temía que los «españolistas», «obreristas» y «marxista-leninistas» consiguiesen el apoyo social y la simpatía de la juventud. Por eso, se dedicaron a acabar con ellos. Desde ese momento, la ideología de ETA, y con ella, la del mundo abertzale, quedaría configurada: nacionalismo radical vasco con elementos socialistas revolucionarios.84 Aunque hubo una inclinación pendular entre las tres tendencias, el resultado de las asambleas IV, V y VI fue el triunfo, de forma 79 AA. VV.: «La V Asamblea. El estallido de las diversas concepciones ideológicas (1965-1968)», En: ELORZA, A. (coord.), La historia de ETA, Zaragoza, Titivillus, 2000, pp.233-252. 80 FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, G.: «El simple arte de matar» …, op. cit. pp.271-298. 81 CASANOVA, J. y GIL ANDRÉS, C.: Historia de España en el siglo XX …, op. cit. pp.313-341. 82 FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, G.: En: TORAL, M. (ed.), La calle es nuestra. La transición en el País Vasco (1973-1982), 2018, https://gaizkafernandez.files.wordpress.com/2018/01/la-calle-es-nuestra- versic3b3n-definitiva.pdf, p.39. 83 ETA-VI se convirtió más tarde en la trotskista LCR. 84 FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, G.: «El precio de pasarse al enemigo» …, op. cit. pp.89-110. 24 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías relativa, de la corriente etnonancionalista, aliada con los militaristas radicales, pero, «con una inclinación retórica izquierdista», como se explicará después.85 El sector más nacionalista y militarista de ETA salió reforzado finalmente gracias al Proceso de Burgos, en 1970, cuando ETA casi quedó desarticulada por el régimen. Por eso ETA-V prevaleció, vio aumentado su prestigio antifranquista y creció en apoyos sociales. Desde entonces comenzó una fuerte campaña terrorista. En 1974, ETA V se fragmentó después de la perpetración del sangriento atentado de la cafetería Rolando, pero esta vez se debía a cuestiones estratégicas, y ya no ideológicas. Esta división dio lugar a un grupo minoritario, ETA-m, y otro mayoritario, ETA-pm.86 La contradicción, siempre presente en ETA, entre nacionalismo y socialismo, se reflejó en las discrepancias entre milis y polimilis. Cada posición ideológica marcaba la idoneidad de una determinada estrategia. Los milis y tercermundistas querían subordinar todo a la lucha armada, y los polimilis buscaban una acción política y de masas.87 En efecto, hasta 1971 las pugnas internas de ETA fueron ideológicas y políticas, y después solo se debieron a motivos tácticos, estratégicos, organizativos e incluso generacionales. Sin embargo, no dejaría de manifestarse la contradicción latente entre nacionalismo y socialismo. Es decir, desde 1966 con la V Asamblea, y hasta 1971 con la escisión de ETA-VI, la ideología de ETA, y con ella, de gran parte del nacionalismo radical, queda configurada en lo que va a ser, hasta la actualidad, la izquierda abertzale. Según Gaizka Fernández, pese a tentativas marxistas que fracasaron, como la de Pertur, desde 1971, la ideología de ETA ya no varía, «está muerta». El mundo abertzale, tan disperso durante la transición y los años ochenta, bebería de una misma ideología híbrida, nacionalista-marxista, configurada desde la V Asamblea de ETA.88 El abertzalismo radical aparecía como una nueva cultura política, sumándose a las izquierdas, las derechas conservadoras y el PNV. La comunidad abertzale se gestó en el tardofranquismo, y ya fue una realidad manifiesta en la transición. Tanto ETA como las vías del nacionalismo heterodoxo de los setenta, eran parte de un mismo tronco ideológico, la izquierda abertzale. Jesús Casquete lo llama «gudarismo».89 Como arguye Santiago de Pablo, si la primera industrialización hizo aparecer el aranismo, planteando una lucha entre socialismo y «nacionalismo teocrático», con la segunda industrialización aparecieron progresivamente un nuevo nacionalismo y un nuevo marxismo que, pese a las contradicciones que generaban, se hicieron compatibles de alguna forma.90 Veamos cómo y por qué. 85 LLERA RAMO, F. J.: «ETA» …, op. cit. pp.161-193. 86 FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, G.: «”Ya no es todo blanco o negro”. ETA, la izquierda abertzale y el cambio político en España (1974-1977)», En: NAVAJAS ZUBELDIA, C. e ITURRIAGA, D. (coords.), Novísima. Actas del II Congreso Internacional de Historia de Nuestro Tiempo, Logroño, Universidad de la Rioja, 2010, pp.411-420. 87 LEONISIO CALVO, R.: «Izquierda abertzale» …, op. cit. pp.377-388. 88 FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, G.: «” Ya no es todo blanco o negro”» …, op. cit. pp.411-420. 89 FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, G.: «De las armas al parlamento. Los orígenes de Euskadiko Ezkerra (1976-1977)», Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 2009, núm. 8, pp.245-265. CASQUETE, J.: En el nombre de Euskal Herria. La religión política del nacionalismo vasco radical, Madrid, Tecnos, 2009. 90 DE PABLO CONTRERAS, S.: «Tiempo de contrastes» …, op. cit. pp.39-76. 25 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías CAPÍTULO IV: NACIONALISTAS O MARXISTAS. LA GRAN ENCRUCIJADA IDEOLÓGICA DE ETA I. POR QUÉ NACIONALISTAS El carácter nacionalista radical de ETA desde la V Asamblea se puede explicar por varios factores que atañen tanto al propio bagaje del nacionalismo vasco como a cuestiones referentes al contexto de los años sesenta. Se han identificado los siguientes factores: el propio origen de ETA, el papel tradicional del clero vasco, los espejos tercermundista y europeísta, y «el potencial de la identidad». 1. El origen nacionalista de ETA El primer factor que explica el nacionalismo de ETA es sencillamente su propio origen. El nacionalismo de ETA en los años sesenta no era ninguna novedad, sino que era la auténtica base y razón de ser de la organización desde sus inicios. Un nacionalismo en su versión radical, que había redescubierto a Sabino Arana y mantenía la estructura primigenia del nacionalismo vasco. Pero que, como se verá, también introducía cambios con respecto a este. Veamos en qué aspectos se manifestaba este nacionalismo original en ETA. Como todos los nacionalismos esencialistas, el nacionalismo vasco radical no se presenta como una opción política más, sino como lo natural para su comunidad. Esa comunidad tiene que diferenciarse claramente de «los otros». Uno de los elementos que mantenían el vínculo entre ETA y el aranismo fue el mantenimiento, aunque con actualizaciones, de los criterios de exclusión étnica. Este concepto alude a aquellos factores objetivos —características como el idioma o la cultura— o subjetivos —voluntad de ser, ideología—, que varían en función del contexto histórico, y que son usados por los nacionalistas para decidir quién no puede pertenecer a una nación que pretende ser etnoculturalmente homogénea. El nacionalismo vasco de Arana predicaba un criterio de exclusión étnica fundamentado en la raza. Era un criterio que buscaba la exclusión en los apellidos, en la religión, y en ocasiones en el euskera. ETA renovó estos criterios, primero desde la lengua y la cultura —criterio etnolingüístico91—, y más tarde desde la ideología nacionalista abertzale. Los etnonacionalistas como Txillardegui y Krutwig fueron los que más desarrollaron el criterio de exclusión etnolingüístico. No eran racistas, pero sí xenófobos y etnicistas: sostenían que la lengua determinaba la forma de pensar de sus hablantes. Esto suponía una visión etnodiferencialista, totalmente alejada del marxismo. Distinguían entre euskaldunes y euskaldunmotzas, lo que no dejaba de ser una simple renovación del aranismo. La exclusión se dirigía la mayoría de las veces al mismo sujeto: al inmigrante, al castellanoparlante y al no nacionalista vasco. No se puede olvidar que en el País Vasco reapareció la xenofobia. Los inmigrantes recibieron en ocasiones apelativos despectivos como maketos, cacereños, coreanos, churrianos, trenak ekarrikoak (traídos por el tren).92 La consideración de los inmigrantes fue uno de los elementos de disputa dentro de ETA y que llevó a la división de 1970 entre la fundamentalista ETA-V y las escisiones de izquierdas alejadas del nacionalismo. La exclusión étnica basada en criterios etnolingüísticos no era compatible con el socialismo, por lo que el criterio de exclusión «vasco=abertzale» se fijó precisamente en la V Asamblea. La nación vasca estaría reservada a toda persona que se declarase 91 El concepto de raza, tan en boga desde el siglo XIX, había quedado ligado a la barbarie nazi tras la Segunda Guerra Mundial, por lo que este término que aludía a cuestiones biologicistas y no voluntaristas fue sustituido en ocasiones por la etnia. Este nuevo término hacía referencia a la idea de cultura y de lengua, pero solía caer en un esencialismo parecido al del racismo. 92 FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, G. y LÓPEZ ROMO, R.: «¿Enemigos internos o nuevos aliados? Los inmigrantes y el nacionalismo vasco radical (1959-1979)», Alcores, 2010, núm. 10, pp.193-217. 26 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías nacionalista e independentista: vasco es quien se dice abertzale y actúa como tal. La nación se ensanchaba, pero en ella solo cabían los fervorosos y los convencidos, no los escépticos ni los disidentes. Sin embargo, que un criterio de exclusión estuviese más en boga en un determinado momento, no quería decir que el resto de los criterios hubiesen desaparecido totalmente. En la práctica, la xenofobia aranista no cambiaba, y ETA se limitaba a actualizar criterios que servían para dividir y segregar a los vascos, esta vez en función de cuestiones ideológicas (subjetivas).93 La segunda renovación de los criterios de exclusión étnica fue imprescindible para poder asimilar a la población de origen inmigrante. Está claro que el criterio de exclusión basado en la ideología permitía a los inmigrantes ser parte de la nación vasca, algo que el nacionalismo sabiniano no contemplaba. Todo proyecto nacional esencialista, ya sea promovido por un Estado o por un movimiento subestatal, considera incómodos a los grupos entrópicos dentro de una determinada sociedad, es decir, a los grupos que rompen la armonía de un conjunto que se desea homogéneo.94 Para lograr la pretendida homogeneidad cultural, solo hay cuatro caminos: la expulsión, el genocidio, la segregación o la asimilación de ese grupo.95 ETA no tenía medios, ni, aparentemente, la voluntad de transitar por alguno de los tres primeros caminos, por lo que en los años sesenta optó por la asimilación. De esta forma, se buscó integrar a los inmigrantes en la comunidad nacionalista, cosa que se consiguió en parte mediante la renovación de los criterios de exclusión. Lo cierto es que el nacionalismo vasco de ETA construyó dos imaginarios opuestos de los inmigrantes: los potenciales enemigos internos —antihéroes y traidores—, y los inmigrantes ejemplares, que se sacrificaban por su patria de acogida —héroes y mártires—.96 Gaizka Fernández ha estudiado el papel de los «arquetipos individuales» construidos por ETA, que se dirigían a todos los vascos y especialmente a los de origen inmigrante. Eran modelos de buen o mal comportamiento. En cierto sentido, se puede tratar de una versión secular del martirio cristiano y del modelo de comportamiento de los santos. Estos arquetipos se habían forjado a partir del mito de la Guerra Civil, y de la idealización del gudari, y se difundieron en espacios privados de socialización.97 Los inmigrantes se encontraban ante dos modelos: el del buen inmigrante, que sería parte de la nación, y el del enemigo, que no era parte de la nación y que además debía ser castigado. Durante los años setenta, algunos inmigrantes y descendientes de inmigrantes se convertirían precisamente en los más fervorosos nacionalistas, tratando de integrarse y de obtener una identidad monocorde, por una parte, y como consecuencia del miedo creado por la violencia, por otra. Con el nuevo criterio de exclusión étnica, basado en la ideología, muchos inmigrantes encontraban incentivos, tanto positivos como negativos, para ser nacionalistas. De esta forma, la violencia fue un instrumento de nacionalización para ETA.98 93 FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, G. y LÓPEZ ROMO, R.: «Nacionalismo radical y exclusión étnica», Cuadernos de Alzate, 2011, núm. 44, pp.9-30. 94 GELLNER, E.: Naciones y nacionalismo …, op. cit. pp.89-116. 95 HOBSBAWM, E. J.: «Identidad» …, op. cit. pp.5-17. 96 FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, G. y LÓPEZ ROMO, R.: «¿Enemigos internos o nuevos aliados?» …, op. cit. pp.193-217. 97 FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, G.: «Ecos de la Guerra Civil. La glorificación del gudari en la génesis de la violencia de ETA (1936-1968)», Bulletin d'Histoire Contemporaine de l'Espagne, 2014, núm. 49, pp.247-262. 98 FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, G: «Muertes paralelas. Un estudio de caso sobre la violencia de ETA y la nacionalización de los inmigrantes en el País Vasco», Historia Contemporánea, 2019, núm. 61, pp.1039- 1070. 27 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías En este último concepto profundiza Fernando Molina, proponiendo una teoría interesante que define como «una intersección de procesos de nacionalización»; a saber: que el auge del nacionalismo vasco desde finales de los años cincuenta coincidió con el final de la etapa más agresiva del proceso nacionalizador del Estado franquista. Cuando el relato de la victoria en la Guerra Civil y el nacionalcatolicismo dio paso al relato de la paz, y el de una España «diferente y optimista», comenzó la nacionalización vasquista, coincidiendo con un cambio generacional. Por tanto, la nacionalización radical en el País Vasco no solo empezó cuando se desaceleró la nacionalización franquista, sino que utilizó sus mismos medios, tales como: las acciones asimilacioncitas, las narrativas y los relatos históricos maniqueos y violentos, una causa sagrada, el revanchismo, la destrucción y creación de imaginarios, las conmemoraciones memorísticas, el culto a mártires y caídos, la utilización de la parroquia y el municipio como célula básica, una misma comunidad nacional-católica, y, de forma especial, la violencia política. Según Molina, el nacionalismo vasco aisló sociológicamente al franquismo vasco y especialmente al carlismo, con el prestigio de ser antifascista, y con una renovación ideológica de la mano del marxismo.99 Actualmente hay escasos estudios sobre franquismo vasco, ya que es complicado atacar el relato de que el franquismo no arraigó en el País Vasco. Molina considera que, si el nacionalismo vasco irrumpió con tanta fuerza en los sesenta, es porque fue la ideología de unos «vencidos cómodamente reubicados en la comunidad de vencedores». En el contexto de la dictadura, la alternativa nacionalista vasca resultaba más atractiva para una parte de los jóvenes que la española, pero el nacionalismo vasco de ETA coincidía con el nacionalismo franquista en victimismo, revanchismo, irredentismo, y uso de la violencia política.100 En esta misma línea, y enlazando con la estrategia de asimilación de los inmigrantes, Raúl López considera que el miedo como consecuencia de la violencia de ETA tuvo un resultado muy relevante desde los años setenta: la desnacionalización española, a favor del nacionalismo vasco radical. Los procesos de construcción nacional se sirven de tres instrumentos: el ámbito político-administrativo, las redes de sociabilidad formal, y las esferas privadas. En el caso vasco, el tercer instrumento fue la clave, pero el uso de la violencia política es lo que más destacó. ETA no alcanzó su máximo objetivo, pero sí logró ciertas conquistas. En el plano ideológico, una de ellas fue construir un relato y unos mitos que siguen muy vivos en ciertos ámbitos políticos y sociales.101 Otro aspecto relevante del nacionalismo original de ETA es la adopción de la narrativa aranista del conflicto secular entre Euskadi y España, entre un pueblo oprimido y un Estado opresor. Benedict Anderson dice que los relatos nacionales precisan de hechos trágicos y de martirios que sean «recordados» como «nuestros».102 Los relatos cohesionan al grupo, y sirven para hacer coherente el proyecto nacionalista. En particular, todo terrorismo nacionalista utiliza narrativas de resistencia e inventa o tergiversa el relato de un pasado de luchas, guerras y agravios que den sentido a la presente lucha. Lo cierto es que, como sostiene Gurutz Jáuregui, el viejo mito aranista de una Euskadi ocupada por España se hizo más tangible que nunca con la represión, el autoritarismo y 99 MOLINA APARICIO, F.: «“Intersección de procesos nacionales”. Nacionalización y violencia política en el País Vasco, 1937-1978», Cuadernos de Historia Contemporánea, 2013, vol. 35, pp.63-87. 100 Ibidem, pp.63-87. 101 LÓPEZ ROMO, R.: «Terrorismo y nacionalización en Euskadi: el caso de la margen izquierda», Sancho el Sabio, 2017, núm. 40, pp.93-122. 102 ANDERSON, B.: Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo, México, Fondo de Cultura Económica, 1993, pp.260-286. 28 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías el centralismo de la dictadura.103 La vieja narrativa nacionalista era entonces rescatada y canalizada hábilmente por ETA. La estrategia de la acción-reacción no dejaba de ser una manera de seguir alimentando ese relato. Y el régimen cumplió a la perfección su papel en el tardofranquismo con los estados de excepción, las redadas y las detenciones. De hecho, Eduardo González afirma que ETA aprovechó la represión política y cultural del régimen y el envite migratorio para resucitar dicha teoría de la ocupación.104 Por ofrecer un dato, de los once estados de excepción aplicados entre 1956 y 1975, dos fueron en Asturias, seis en Vizcaya y Guipúzcoa, y el resto en toda España.105 La utilización de la narrativa aranista se renovó con la manipulación del relato de la Guerra Civil, que sostenía la teoría de la ocupación en los años sesenta. Xosé M. Núñez recalca que en la Guerra Civil se enfrentaron ferozmente el nacionalismo español y los nacionalismos subestatales, y al menos dos tendencias de nacionalismo español, con todo lo que eso supuso para la narrativa nacionalista vasca.106 Según el mito de la resistencia del pueblo vasco, solo había vascos antifascistas, y españoles fascistas; solo Euskadi había sufrido la guerra y la represión, y solo los vascos estaban resistiendo a la dictadura.107 Este relato lleno de dogmas y apriorismos cristalizó en Vasconia y en La Insurrección en Euskadi. Sin embargo, el nacionalismo franquista no solo no estaba consiguiendo homogeneizar nacionalmente a España, sino que estaba haciendo que en Cataluña y País Vasco el nacionalismo sobreviviese y saliese fortalecido en la esfera privada. El nacionalismo español quedó ligado al franquismo, por lo que, desde los sesenta, la izquierda española defendió el federalismo, o directamente la plurinacionalidad de España.108 La narrativa histórica de ETA tuvo éxito y consiguió calar en parte de la sociedad vasca, pero no dejaba de ser, al fin y al cabo, un mito nacionalista victimista de lo más clásico. Como organización nacionalista radical, ETA también buscaba crear un frente irredentista que supusiese la unidad de todas las fuerzas nacionalistas.109 Sin embargo, la radicalidad de ETA era también un factor diferenciador respecto al PNV. En el tardofranquismo, el PNV continuaba con la defensa de la autonomía, los «derechos históricos» y el euskera. Y la izquierda abertzale reclamaba la autodeterminación, la independencia, el socialismo, y la «reunificación» de todos los territorios110 de Euskal Herria.111 ETA consideraba al PNV un partido traidor y colaboracionista, debido a su tradición pendular entre separatismo y autonomismo, y a su restringido ámbito de actuación, que se limitaba al País Vasco español. ETA competía con el PNV, y cada vez 103 JÁUREGUI, G.: Ideología y estrategia política de ETA. Evolución entre 1959-1968, Madrid, Siglo XXI, 1981. 104 GONZÁLEZ CALLEJA, E.: El laboratorio del miedo …, op. cit. pp.510-640. 105 DE PABLO CONTRERAS, S.: «Tiempo de contrastes» …, op. cit. pp.39-76. 106 NÚÑEZ SEIXAS, X. M.: «Nación y nacionalismos en España, siglos XIX y XX», En: ÁLVAREZ JUNCO, J. y SHUBERT, A. (eds.), Nueva historia de la España contemporánea (1808-2018), Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2018, pp.288-321. 107 ESTORNÉS ZUBIZARRETA, I.: «La militancia vasca anti-franquista en la selva de los mitos», En: GONZÁLEZ, C. y SARRÍA BUIL, A. (eds.), Militancias radicales. Narrar los sesenta y setenta desde el siglo XXI, Madrid, Prohistoria, 2016, pp.39-60. 108 NÚÑEZ SEIXAS, X. M.: «Nación y nacionalismos en España» …, op. cit. pp.288-321. 109 FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, G. y RIVERA, A.: «Frente nacional vasco (1933-2019). Pluralismo o nacionalidad», Historia Actual Online, 2019, vol. 50, núm. 3, pp.21-34. 110 Álava, Guipúzcoa, Vizcaya y Navarra en España, y Baja Navarra, Lapurdi y Zuberoa en Francia. Los territorios que, según el nacionalismo vasco, eran eskaldunes o en algún momento de la historia lo habían sido. 111 NÚÑEZ SEIXAS, X. M.: «Nación y nacionalismos en España» …, op. cit. pp.288-321. 29 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías atraía más a parte de la juventud y a parte del clero.112 Ambas organizaciones discrepaban política e ideológicamente, pero durante los sesenta también mostraron solidaridad ante la represión, y conciencia de pertenecer a un mismo grupo identitario.113 El PNV se alejó definitivamente de ETA cuando esta se acercó al marxismo a mediados de los sesenta, y cuando en la V Asamblea fijó su ideología heterogénea, incorporando al nacionalismo elementos socialistas y tercermundistas. El PNV consideraba que ETA se había desviado y dudaba de su patriotismo.114 Recapitulando, Idoia Estornés señala cuatro grandes mitos del militante de ETA en los años sesenta, construidos desde el nacionalismo original: el nativismo —la primigenia e indígena Euskadi como una Arcadia igualitaria, matriarcal, romántica, idealizada, noble, esencial e inalterable—, la independencia originaria —desde la cual Euskadi pactaba históricamente con las coronas vecinas su estatus jurídico—, el nacionalismo como «pueblo en marcha», y el ya comentado relato victimista de la Guerra Civil —una guerra España versus Euskadi, ignorando a la España republicana del País Vasco—.115 En esencia, ETA utilizó su nacionalismo original como un elemento irracional, prepolítico, y que buscaba, en palabras de Manuel Montero, «adhesiones unánimes». ETA articuló y convirtió en algo incontestable un nacionalismo de carácter antropológico y totalizador.116 La aspiración de la nación vasca estaba por encima de todo lo demás, era el fin supremo. La lucha por liberar a la patria era la misión sagrada, y los símbolos estaban claros: un himno (Eusko Gudariak), una bandera (ikurriña), una lengua (euskera), tradiciones y costumbres, y factores esencialistas como la etnia, el «ser vasco». Desde los años setenta, se fueron construyendo las redes de solidaridad entre luchadores (gudaris), presos y exiliados. Gran parte de toda la simbología y el ritual nacionalista giraría desde los setenta en torno a ETA, que sería, por tanto, «depositaria de la esencia del patriotismo».117 El nacionalismo irredentista de ETA llevaba en última instancia a idealizar tanto morir como matar por la patria.118 Francisco J. Llera dice que, desde la V Asamblea: «El “nosotros” étnico de los vascos contra el «ellos» español, que empezó a sentirse a nivel político, generó un movimiento con una densa red de organismos populares y relaciones intersubjetivas. Su reproducción social y organizativa estaba gobernada por modelos de comunidad a medio camino entre la sociedad tradicional heredada y los nuevos movimientos sociales de la sociedad de masas».119 En definitiva, ETA tuvo más alcance que ningún otro movimiento nacionalista radical en España, debido, en parte, al éxito en la implantación de un ultranacionalismo que logró 112 «Al PNV le había nacido un competidor joven, de su misma sangre, cuya mística proselitista y activismo ejercían un innegable poder de atracción y despertaban la simpatía de “un Pueblo sojuzgado y ávido de héroes”». AA. VV.: El péndulo patriótico. Historia del Partido Nacionalista Vasco, II: 1936-1979, Barcelona, Crítica, 2001, p.264. 113 Ibidem, p.272. 114 Ibidem, pp.261-279. 115 ESTORNÉS ZUBIZARRETA, I.: «La militancia» …, op. cit. pp.39-60. 116 MONTERO GARCÍA, M.: La forja de una nación. Estudios sobre el nacionalismo y el País Vasco durante la II República, la transición y la democracia, Granada, Universidad de Granada, 2011, pp.202- 237. 117 LÓPEZ VIDALES, N.: «Ritualismo y simbología en el nacionalismo vasco radical. La religión nacionalista», Espiral, 2004, vol. 10, núm. 30, pp.11-36. 118 FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, G.: «Matar por la patria. Nacionalismo radical y violencia terrorista en España (1958-2018)», En: SEPÚLVEDA MUÑOZ, I (ed.), Nación y nacionalismos en la España de las autonomías, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2018, pp.293-326. 119 LLERA RAMO, F. J.: «ETA» …, op. cit. p.188. 30 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías calar en la población mediante el control de gran parte del espacio social y cultural.120 Los orígenes de ETA podrían parecer una razón suficiente para explicar su nacionalismo. Sin embargo, a mediados del siglo XX había nuevos factores que explican la reafirmación nacionalista de ETA, y, sobre todo, el triunfo del nacionalismo vasco radical en el plano sociológico desde los años sesenta. 2. El papel de parte del clero vasco Uno de estos factores es el papel tradicional de parte del clero vasco, que durante el primer franquismo había actuado como el gran depositario del nacionalismo vasco. Aunque este factor se podría explicar dentro del nacionalismo original de ETA, consideramos que obedece en gran parte a un contexto específico, que se separa del nacionalismo original en ciertos aspectos. Desde el final de la Guerra Civil, el nacionalismo vasco se refugió en el entorno privado: la familia, la Iglesia, y ciertos grupos culturales y deportivos.121 Pero en los años sesenta, a la actitud tradicional del clero vasco con el nacionalismo se le unía una renovación eclesiástica favorable al apuntalamiento y al impulso del nacionalismo. La palabra pueblo adquirió un nuevo significado de la mano del Concilio Vaticano II (1962- 1965). En la época posconciliar, la Iglesia buscaba insertarse en los diferentes ambientes sociales y culturales, comenzó a utilizar las lenguas locales en la liturgia y defendía la libertad de los pueblos. El clero vasco, tradicional defensor del nacionalismo y depositario de la lengua vasca escrita, no estandarizada hasta 1968, se adaptó a la actitud posconciliar.122 Hay que tener en cuenta que la Iglesia y los tradicionalistas habían entrado en crisis en los sesenta, y ya no servían a la renacionalización franquista.123 Pero la religión pervivió en la sociedad vasca en forma de actitudes heredadas de un fuerte tradicionalismo, aunque la secularización hizo que se perdiese progresivamente el contenido religioso. La adhesión fervorosa a la comunidad nacionalista tenía mucho de religioso. Además, el activismo nacionalista tenía para muchos militantes salidos de los seminarios un carácter «misionero».124 El nacionalismo vasco se apresuró a sacralizar su misión, entendiéndola como salvadora. El lugar que antes ocupaba la religión como aglutinante social y fuente de valores, en cierto sentido lo acabó ocupando el nacionalismo.125 Por eso, Izaskun Sáez de la Fuente ha hablado del nacionalismo radical de ETA como una «religión de sustitución».126 En esta línea, Antonio Fernández arguye que el auge del nacionalismo puede interpretarse como la consecuencia de un significativo proceso de secularización que se había iniciado en el siglo XIX, y que en los años sesenta era ya una realidad. El nacionalismo vendría entonces a instalarse en el lugar abandonado por la religión127, incorporando elementos religiosos, a saber: mitos, martirios, y una interpretación mesiánica del nacionalismo. En el caso vasco, «la actividad de un clero como soporte 120 FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, G.: «Matar por la patria» …, op. cit. pp.293-326. 121 SÁEZ DE LA FUENTE, I.: El Movimiento de Liberación Nacional Vasco …, op. cit. pp.111-274. 122 MONTERO GARCÍA, M.: La forja de una nación …, op. cit. pp.202-237. 123 MOLINA APARICIO, F.: «“Intersección de procesos nacionales”» …, op. cit. pp.63-87. 124 MONTERO GARCÍA, M.: La forja de una nación …, op. cit. pp.202-237. 125 LÓPEZ VIDALES, N.: «Ritualismo y simbología» …, op. cit. pp.11-36. 126 SÁEZ DE LA FUENTE, I.: El Movimiento de Liberación Nacional Vasco …, op. cit. 127 FERNÁNDEZ GARCÍA, A.: «Raíces históricas de los nacionalismos contemporáneos» …, op. cit. pp.11-27. 31 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías social del credo sustitutorio parece reforzar esta tesis de la epifanía de un nuevo evangelio secular».128 3. Los espejos tercermundista y europeísta No obstante, el abolengo nacionalista de ETA y el papel de la Iglesia no son suficientes para explicar el nacionalismo de la V Asamblea. Sin duda, el principal factor que hizo que el nacionalismo vasco radical se renovase e impulsase en los años sesenta con el auspicio de ETA fueron el espejo tercermundista, y en menor medida, el europeísta. Benedict Anderson señala que «desde la segunda Guerra Mundial, toda revolución triunfante se ha definido en términos nacionales».129 La nacionalidad se ha convertido en el principio legitimador de la política más universal de la contemporaneidad.130 El modelo de nacionalismo tercermundista era prácticamente el único modelo de nacionalismo emergente en los años sesenta. El tercermundismo suponía una brisa de aire fresco para el nacionalismo vasco, y permitía una renovación de este. Lo primero que hay que tener en cuenta es que, en los sesenta, el término «pueblo + adjetivo nacional» quedó canonizado con las luchas de descolonización del Tercer Mundo.131 En los movimientos de descolonización en Asia y África y las guerrillas latinoamericanas entre 1945 y 1968 el nacionalismo agrupó a muchas tendencias políticas distintas frente a un ocupante extranjero y/o frente a ciertas élites nacionales.132 Este modelo tercermundista antiimperialista era un modelo nacionalista heterogéneo, que agrupaba a distintas entidades lingüísticas y étnicas.133 Los modelos del Tercer Mundo suponían en muchas ocasiones, como en la Revolución Cubana, un frente sinérgico de varias fuerzas con un propósito común: la liberación nacional. Al margen de las diferentes ideologías revolucionarias que confluían en ellos, estos movimientos eran fundamentalmente nacionalistas, y en ocasiones interclasistas. Las guerrillas del Tercer Mundo tuvieron una amplia repercusión en los medios de comunicación de todo el mundo entre los años cincuenta y sesenta. Una de las claves del éxito de estos movimientos era que conseguían el apoyo de las masas apelando a intereses comunes y haciendo uso del nacionalismo para fomentar el odio contra el ocupante extranjero.134 Siguiendo este modelo, ETA no se consideraba un partido, sino un movimiento, porque perseguía un objetivo planteado más allá de lo propio de un partido político: la realización nacional. Desarrolló la idea de un Frente Nacional, al margen de partidos, de forma semejante al FLN argelino y otros movimientos anticoloniales.135 A parte de la Revolución Cubana, el modelo vietnamita fue uno de los movimientos tercermundistas que más inspiraron a ciertas organizaciones nacionalistas y de izquierdas y que más influyeron en los movimientos de protesta de los sesenta. La Guerra de Vietnam (1955-1975) fue uno de los grandes iconos antiimperialistas, anti EE. UU., y, sobre todo, un modelo de guerra de liberación nacional, en la que el Vietcong136 128 Ibidem, p.13. 129 ANDERSON, B.: Comunidades imaginadas …, op. cit. p.18. 130 Ibidem, pp.17-25. 131 BADIOU, A.: ¿Qué es un pueblo?, Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2014, pp.10-11. 132 GEERTZ, C.: La interpretación de las culturas …, op. cit. p.206. 133 HOBSBAWM, E. J.: Naciones y nacionalismo desde 1780 …, op. cit. pp.179-180 134 HOBSBAWM, E. J.: Revolucionarios. Ensayos contemporáneos, Barcelona, Crítica, 2010, pp.231-282. 135 SÁEZ DE LA FUENTE, I.: El Movimiento de Liberación Nacional Vasco …, op. cit. pp.111-274. 136 Frente Nacional de Liberación de Vietnam. 32 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías representaba un frente de unidad nacional de masas137. El modelo vietnamita tuvo mucha repercusión debido a la amplia cobertura mediática. Cada coyuntura histórica ha proporcionado al nacionalismo vasco unos medios distintos para alcanzar el propósito de la autodeterminación de la nación vasca. En los años sesenta el medio que impregnó al nacionalismo vasco radical fue el terrorismo o lucha armada, según el ejemplo de las guerrillas tercermundistas.138 Y es que, según Eduardo González, el terrorismo de base nacionalista sectaria suele tener más éxito y más recorrido que otros tipos de terrorismo de base ideológica (revolucionaria o contrarrevolucionaria). Argumenta que el terrorismo nacionalista suele ser «un fenómeno de larga duración», que es capaz de implantar de forma estable la violencia, apoyándose de forma estable en gran parte de la población de su propia comunidad.139 Era lógico, por tanto, que el modelo tercermundista y el terrorismo fuesen de la mano en el caso de ETA. Pero, como explica Santiago de Pablo, la fijación por el anticolonialismo tenía antecedentes en el caso vasco desde principios del siglo XX, aunque no se puede afirmar que ETA se inspirase directamente en ellos. El precedente estaba en el mismo Sabino Arana y en grupos radicales posteriores, derivado del hecho de que España tuviese colonias en África. Se admiraban ciertos movimientos anticolonialistas africanos en lo político y en lo cultural, por su éxito o por tener un enemigo común. Al fin y al cabo, el contexto importa, y ETA refundó el nacionalismo vasco radical con el modelo que estaba en boga en esos años: «el nacionalismo revolucionario tercermundista».140 De esta manera, el nacionalismo de tipo tercermundista que ETA quería emular en los años sesenta tenía sentido, según Jáuregui por: el precedente anticolonial en el nacionalismo vasco, la escasez de ejemplos europeos, y la coyuntura histórica, que coincidía con la última fase de descolonización, proceso que contaba con amplios apoyos, incluido el de la ONU.141 Pero el modelo tercermundista no era el único modelo de nacionalismo que influyó en ETA. La corriente etnonacionalista, heredera del nacionalismo original, se fijaba mucho en los nacionalismos europeos subestatales de corte étnico, que reivindicaban la cultura y la lengua propias; lo que hemos llamado el modelo europeísta. Precisamente la última etapa de la descolonización dio impulso a estos movimientos nacionalistas europeos que querían que los Estados coincidiesen con las fronteras etnolingüísticas142, cosa que, por otra parte, se alejaba de los modelos nacionalistas anticolonialistas, que, recordemos, eran diversos e integradores además de emancipadores. Pero la idea de nación étnica reapareció en Europa desde los años sesenta, en lo que se ha llamado «una tercera ola de movimientos étnicos por la autonomía o la separación», que no correspondía a un nacionalismo cívico o político, y ni si quiera progresista o revolucionario, sino a un etnonacionalismo homogeneizador que planteaba un reto a los Estados-nación plurales.143 El caso vasco coincide con esto. 137 FONTANA, J.: Por el bien del imperio. Una historia del mundo desde 1945, Barcelona, Pasado y Presente, 2011, pp.283-289. 138 CONVERSI, D.: «Domino Effect or Internal Developments? The Influences of International Events and Political Ideologies on Catalan and Basque Nationalism», West European Politics, 1993, vol. 16, núm. 3, pp.245-270. 139 GONZÁLEZ CALLEJA, E.: El laboratorio del miedo …, op. cit. pp.510-640. 140 DE PABLO CONTRERAS, S.: «¡Grita Libertad! El nacionalismo vasco y la lucha por la independencia de las naciones africanas», Memoria y civilización, 2012, núm. 15, pp.267-284. 141 JÁUREGUI, G.: Ideología y estrategia política de ETA …, op. cit. 142 LÓPEZ ROMO, R.: «Forjando nación desde abajo: violencia e identidades en el País Vasco y el Ulster», Cuadernos de Historia Contemporánea, 2013, vol. 35, pp.15-39. 143 SMITH, A. D.: National Identity, London, Penguin, 1991, pp.123-142. 33 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías Lo cierto es que, como explica Xosé M. Núñez, durante la próspera década de 1960, los movimientos etnonacionalistas subestatales europeos habían sido política y socialmente irrelevantes. Muchos de ellos habían colaborado con el fascismo en la Segunda Guerra Mundial, y el nacionalismo de Estado había salido reforzado de la misma. Además, estos nacionalismos carecían de renovación ideológica y de instituciones propias. Sin embargo, a finales de esa misma década se avivó la llama nacionalista en lugares como Irlanda, Bretaña, Córcega y el País Vasco. Esta ola fue denominada por algunos intelectuales de la época como un «resurgir étnico». El caso español tenía peculiaridades, porque los nacionalismos subestatales en España eran antifranquistas, y tenían por tanto una cierta legitimidad social y política entre la oposición al régimen. Una legitimidad en ocasiones hasta internacional, unida a ese pedigrí antifascista que no tenían la mayoría de los nacionalismos periféricos europeos.144 En esos años se difundió en España la teoría del «colonialismo interno», que argumentaba que en la propia Europa Occidental había territorios en una situación neocolonial por varias razones: su localización periférica, su subdesarrollo socioeconómico respecto al resto del Estado, y la privación de su lengua y de su cultura. Esta teoría se basaba en el nacionalista occitano Robert Lafont y su obra La révolution régionaliste (1967). Al final, el modelo europeísta no dejaba de inspirarse a su vez en el tercermundista. Influyeron mucho algunas obras como Los condenados de la tierra (1961), de Frantz Fanon, o Retrato del colonizado (1966), de Albert Memmi. En la declaración de Brest, en 1974, en la que participaron varios grupos nacionalistas de Europa Occidental, se expuso esta doctrina del «colonialismo interno». Al calor del «resurgir étnico» y del antifranquismo a finales de los sesenta, los nacionalismos periféricos españoles crecieron, y renovaron e inventaron muchas tradiciones145, consolidando su imaginario y su simbología. Esta invención de tradiciones, unida a la deslegitimación del nacionalismo español, hizo que muchos jóvenes universitarios y con preocupaciones sociales y culturales, sobre todo vascos y catalanes, abrazasen los marcos nacionalistas. De hecho, desde los años setenta estos movimientos subestatales empezaron a tomar contacto según una especie de solidaridad anticolonial.146 Gaizka Fernández resume muy bien una de las grandes tesis de Hobsbawm: «[…] todo movimiento nacionalista inventa su tradición. Con ello, persigue anclar los orígenes de su nación en un pasado remoto, lo que le permite dar legitimidad a demandas políticas actuales. Muchas tradiciones que se presentan como milenarias son recientes. Pero, si su planteamiento es verosímil, son tomadas como reales y sirven para alimentar sentimientos de pertenencia colectiva».147 Sin duda, uno de los modelos europeístas en los que más se había fijado el nacionalismo radical desde antes de ETA era el irlandés, sobre todo por el ejemplo del catolicismo social y de la lucha armada. No obstante, la situación en Irlanda del Norte y en el País Vasco no ha sido nunca comparable, aunque sus fenómenos terroristas hayan 144 NÚÑEZ SEIXAS, X. M.: «Nuevos y viejos nacionalistas: la cuestión territorial en el tardofranquismo, 1959-1975», Ayer, 2007, vol. 68, núm. 4, pp.59-87. 145 Siguiendo a Benedict Anderson, Gaizka Fernández dice que los rituales nacionalistas crean la idea de que la «comunidad nacional imaginada» es sólida, atemporal y esencial. FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, G. y LÓPEZ ROMO, R.: «Deuda de sangre» …, op. cit. pp.267-294. ANDERSON, B.: Comunidades imaginadas …, op. cit. p.48. 146 NÚÑEZ SEIXAS, X. M.: «Nuevos y viejos nacionalistas» …, op. cit. pp.59-87. 147 Esta es la tesis de la obra: HOBSBAWM, E. J. y RANGER, T.: La invención de la tradición, Barcelona, Crítica, 2002. FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, G. y LÓPEZ ROMO, R.: «Deuda de sangre» …, op. cit. p.278. 34 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías tenido evoluciones parecidas.148 En Irlanda había y hay un conflicto entre comunidades político-religiosas, y la división étnica del País Vasco correspondía fundamentalmente a una fragmentación política.149 El auge de la cultura vasca en los años sesenta permitió crecer a la corriente etnonacionalista europeísta. La publicación de libros en euskera se había sextuplicado entre 1960 y 1975, y en 1968 se estandarizó la lengua vasca con el euskara batua, al tiempo que las ikastolas eran promovidas por ciertos sectores de la clase media.150 Este desarrollo cultural vasco implicó tanto al mundo nacionalista como al no nacionalista, porque si algo caracteriza a territorios como el País Vasco en el siglo XX, es la presencia de identidades híbridas.151 El conflicto vasco ha sido, por tanto, algo más político o ideológico que étnico. Los etnonacionalistas pensaban justo lo contrario. Y es que todos los nacionalismos subestatales europeos se fundamentan en la defensa de la etnicidad.152 4. «El potencial de la identidad» El último de los factores que explican el nacionalismo de ETA, y que enlaza a modo de corolario con los demás factores expuestos, es lo que he considerado llamar «el potencial de la identidad». Con este concepto me refiero a la capacidad que tiene la identidad para movilizar y fidelizar a los grupos sociales y para legitimar proyectos políticos como el nacionalismo radical y el terrorismo. En el caso de una banda terrorista como ETA, la identidad actuó como un catalizador bastante exitoso. Eduardo González dice que el terror siempre tiene más éxito cuando se dirige al «otro», y no a miembros de la propia comunidad nacional.153 Al fin y al cabo, prometer la felicidad en un futuro inmediato y aparentemente tangible y en el que cabe todo un pueblo y la propia población puede participar —la independencia—, puede granjear más apoyos populares que luchar por un paraíso que no está ni remotamente a la vista, que solo es para una clase y que necesita de personas muy ideologizadas —por ejemplo, el socialismo o el comunismo—. En palabras de González: «[…] Los etnonacionalistas apelan a una tradición revolucionaria colectiva duradera e incluso a una predisposición a la rebelión basada en precedentes históricos. Además, buscan un objetivo más concreto y comprensible [independencia] con una victoria que aparece al alcance de la mano».154 Al fin y al cabo, los movimientos nacionalistas étnicos necesitan polarizar a su grupo, el «nosotros», con un «ellos». «Ellos» deben ser tratados entonces como enemigos peligrosos en potencia, para que la identificación con el «nosotros» se convierta en toda una garantía de cobijo y protección: «el terror diseñado para producir contra-terror es […] probablemente la estrategia más común para garantizar esta polarización».155 Los movimientos nacionalistas que creen que las fronteras estatales deben coincidir con las fronteras etnolingüísticas son muy propensos a inclinarse hacia la violencia, debido a su carácter intolerante y antiplural, que lleva a una deshumanización rápida del enemigo.156 148 Ibidem, pp.267-294. 149 LÓPEZ ROMO, R.: «Forjando nación desde abajo» …, op. cit. pp.15-39. 150 NÚÑEZ SEIXAS, X. M.: «Nuevos y viejos nacionalistas» …, op. cit. pp.59-87. 151 NÚÑEZ SEIXAS, X. M.: «Nación y nacionalismos en España» …, op. cit. pp.288-321. 152 HOBSBAWM, E. J.: «Ethnicity and Nationalism in Europe Today» …, op. cit. p.4. 153 GONZÁLEZ CALLEJA, E.: El laboratorio del miedo …, op. cit. pp.510-640. 154 Ibidem, p.511. 155 HOBSBAWM, E. J.: «Identidad» …, op. cit. p.10. 156 LAILIN, D. D.: «Conflictos violentos y nacionalismo: un análisis comparativo», En: WALDMANN, P. y REINARES, F. (comps.), Sociedades en guerra civil. Conflictos violentos de Europa y América Latina. Barcelona, Paidós, 1999, pp.45-86. 35 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías Parece por tanto que, en ciertas ocasiones, la identidad moviliza más a las masas que la lucha de clases. En esta línea, Juan Aranzadí considera que la identidad solo se entiende en contraposición a otro, y defiende que, desde mediados de la década de 1960 hasta mediados de los ochenta, la etnicidad vasca quedó definida por el rechazo a la policía y al ejército (txakurras, perros en español).157 En definitiva, todos estos factores (el origen, el papel del clero, los modelos internacionales y la identidad) reflejan que, aunque los protagonistas históricos no fuesen necesariamente conscientes de la magnitud del cambio del nacionalismo vasco en los sesenta, lo cierto es que, parafraseando a Clifford Geertz, «algunas de las revoluciones más profundas se dan en la oscuridad».158 II. POR QUÉ MARXISTAS Se han expuesto los factores explicativos del nacionalismo de ETA. A continuación, se tratarán de identificar los elementos que hicieron que ETA adoptase el marxismo en distintas formas: marxismo-leninismo, maoísmo, socialismo revolucionario, progresismo, obrerismo… Los factores que aquí se proponen son los siguientes: el influjo tercermundista, el oportunismo antifranquista y obrerista, el papel renovado del clero vasco, y la influencia de la Nueva Izquierda. 1. El influjo tercermundista El condicionante más relevante del marxismo de ETA es el influjo tercermundista. De la misma forma que el Tercer Mundo fue un modelo de nacionalismo para ETA, también introdujo el matiz izquierdista. De una forma menos reducida, el tercermundismo también influyó en organizaciones gallegas como UPG, y en los setenta en algunos grupos nacionalistas catalanes y canarios.159 Sin embargo, la tendencia nacionalista radical izquierdista fue algo residual en España y que solo cosechó importantes respaldos populares en el caso vasco. Las ideas tercermundistas fueron fomentadas y difundidas de forma notable por los ideólogos de la izquierda radical críticos con la URSS, como Mao y El Che Guevara.160 A finales de la década de los años sesenta surgieron luchas revolucionarias, o que pretendían serlo, en todo el mundo. Los modelos chino, vietnamita y cubano, alejados de la ortodoxia leninista, eran admirados por revolucionarios de izquierdas de todo el mundo. La Revolución Cubana (1953-1959) mostró que era posible el éxito de una revolución con una pequeña guerrilla161, en contra de la idea leninista de formar un gran partido de masas revolucionario. Todos estos modelos revolucionarios parecían jóvenes y frescos, y se alejaban del clásico y gris modelo soviético.162 Para ETA, el caso vasco encajaba en el molde tercermundista, principalmente porque, como razona Xosé M. Núñez, los nacionalismos subestatales daban prioridad a la estructura centro-periferia como relación de explotación antes que a las relaciones de clase. Los ideólogos nacionalistas se apresuraron a distorsionar la realidad de forma arbitraria para que el paradigma tercermundista se aplicase en el País Vasco. Según sus 157 ARANZADÍ, J.: «Violencia etarra y etnicidad» …, op. cit. p.205. 158 GEERTZ, C.: La interpretación de las culturas …, op. cit. p.206. 159 NÚÑEZ SEIXAS, X. M.: «Nación y nacionalismos en España» …, op. cit. pp.288-321. 160 HOBSBAWM, E. J.: Viva la Revolución, London, Little, 2016, pp.205-256. 161 La popularidad de la Revolución Cubana se reflejó en las canciones protesta de la época. La letra de Flamenco revolucionario, del cantautor antifranquista Chicho Sánchez Ferlosio, decía así: « […] Con una sola cerilla, arde una gasolinera. Y formando una guerrilla, se libera España entera. Mira si es cosa sencilla». (Canciones de la resistencia española, 1963). 162 BALZ, H.: «Militant organizations in Western Europe in the 1970s and 1980s», En: LAW, R. D. (ed.), The Routledge History of Terrorism, New York, Routledge, 2015, pp.297-314. 36 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías supuestos, había pueblos doblemente sometidos: social y etnoculturalmente. Al menos en teoría, consideraban que la liberación nacional era un paso hacia la revolución social.163 2. Antifranquismo y obrerismo El otro motivo por el que ETA se acercó al marxismo fue por la oportunidad que representaba ser antifranquista, y ganar apoyos entre la clase obrera. Eduardo González arguye que el fenómeno ETA comenzó cuando desapareció la resistencia antifranquista armada representada por las guerrillas maquis.164 Además, la conformación de la ideología de ETA es algo que acompañó a la evolución del proletariado vasco en la década de 1960.165 El País Vasco no dejaba de ser, a finales de los años sesenta y principios de los setenta, uno de los lugares de España donde más se escenificaba la oposición a la dictadura. Allí, la represión del régimen creaba unidad y solidaridad entre tendencias muy distintas, algo que duró incluso hasta bien entrada la transición. En las provincias vascas, la efervescencia política y sindical del tardofranquismo tomó dos rumbos que a menudo se entrelazaban y otras veces se demostraban incompatibles: lucha obrera y lucha nacionalista. Precedentes nacionalistas radicales como los Jagi-Jjagi criticaban al capitalismo desde un humanismo social y católico, pero no eran, ni mucho menos, socialistas. ETA, en sus orígenes, rechazaba al marxismo, era anticomunista, y competía con el PNV por la misma base sociológica. Cuando en 1962, ETA vio la magnitud de las huelgas y demás luchas laborales, muchos etarras se interesaron por el movimiento obrero166, bien como instrumento para utilizarlo a su favor, o de forma verdaderamente sincera. Sin embargo, la lucha de clases no coincidía con el relato aranista: el proletariado como sujeto histórico, la burguesía como enemigo, la revolución como prescripción, un partido como instrumento, un futuro utópico, la sociedad sin clases, una sociedad internacionalista... Los que profundizaban en el marxismo, como dice Gaizka Fernández, acababan perdiendo «la fe abertzale».167 ETA intentó, de alguna manera, sustituir a la izquierda tradicional dentro del movimiento obrero vasco.168 Según Santiago de Pablo, ETA buscó ser popular entre los trabajadores mediante acciones tales como la incorporación de reivindicaciones laborales a los secuestros —como los de Zabala y Huarte— desde los años setenta, o la aplicación de la violencia contra empresas inmersas en conflictos laborales.169 Gaizka Fernández sostiene lo mismo, aludiendo a que cuando ETA inició su escalada terrorista, uno de sus blancos por excelencia fue el empresariado vasco, con asesinatos, robos, secuestros y extorsiones. Esto obedecía a la mundana necesidad de financiación, pero también servía para situarse en sintonía con la idea obrerista, o simplemente para hacerse pasar por un «justiciero». Estas actitudes tenían antecedentes, que no fueron necesariamente la inspiración de ETA, esto era, el anti industrialismo del Arana inicial y la idea de humanismo cristiano de otros grupos ultranacionalistas posteriores, que los llevaba a criticar a la burguesía vasca, sobre todo por su carácter españolista. En la V Asamblea, la 163 NÚÑEZ SEIXAS, X. M.: «Nuevos y viejos nacionalistas» …, op. cit. pp.59-87. 164 GONZÁLEZ CALLEJA, E.: El laboratorio del miedo …, op. cit. pp.510-640. 165 BUCKLEY, N.: Del sacrificio a la derrota. Historia del conflicto vasco a través de las emociones de los militantes de ETA, Madrid, Siglo XXI, 2020, pp.31-32. 166 ETA participó en el 1 de mayo de 1964. 167 FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, G.: Héroes, heterodoxos y traidores. Historia de Euskadiko Ezkerra (1974-1994), Madrid, Tecnos, 2013, pp.37-78. 168 LLERA RAMO, F. J.: «ETA» …, op. cit. pp.161-193. 169 RIVERA BLANCO, A.: «Estatuari guerra!: autonomía obrera en el País Vasco», En: AA. VV. (eds.), Nuevos enfoques sobre procesos de nacionalización en la España contemporánea, Granada, Comares, 2019, pp.326-343. 37 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías lucha de clases marxista se sustituyó por la idea tercermundista de frente nacional interclasista, según la cual la burguesía vasca y navarra se dividía entre la «burguesía nacional», aliada estratégica temporal, y la «oligarquía vasca» españolista, el enemigo imperialista a combatir, siempre y en todo momento.170 Dentro del antifranquismo, el izquierdismo de ETA también correspondía a su deseo de marcar distancias con el PNV y remarcar su activismo, en gran parte para resultar atractivo entre parte de la juventud.171 Esto puede explicar que parte del nacionalismo vasco, esto es, ETA, virase a la izquierda: para ser antifranquista convenía ser de izquierdas. Pero el obrerismo fue a su vez lo que más dolores de cabeza dio a los integrantes más nacionalistas de ETA. Como se dijo en el capítulo anterior, la izquierda suponía una oportunidad y a la vez un reto para ETA. De la corriente obrerista podía extraerse que el imperialismo español, esto es, el capitalismo en España, oprimía por igual a todos los «pueblos de España», por lo que lo lógico para alcanzar el socialismo sería unir fuerzas con todos los obreros españoles. Esto era, en la práctica, primar la lucha social sobre la nacional.172 Cabe destacar la procedencia social de los integrantes de ETA. En los años cincuenta y principios de los sesenta estos procedían de la clase media-baja, de familias nacionalistas, y muchos eran estudiantes, influidos por sacerdotes y apoyados por jóvenes de pequeñas áreas industriales y semirrurales vascoparlantes. Los militantes del tardofranquismo procedían en gran parte de la clase obrera industrial y de servicios, movilizados por el movimiento obrero católico. Y muchos etarras de la transición provenían, en cambio, de áreas urbanas pobres de nueva creación, donde vivían tanto vascos como inmigrantes.173 De esta manera, se puede ver cómo ETA se sumergió progresivamente en ambientes sociológicamente de izquierdas. A ETA, en efecto, le gustaba presentarse a finales de los sesenta como el mayor antifranquista, dando alas al mito de que el franquismo reprimía solo a la sociedad vasca. Por eso, el relato adulterado de la resistencia en la Guerra Civil hizo que el molde tercermundista pareciese adecuado para el caso vasco. Conviene señalar que la represión del régimen se dio en toda España, donde no surgió algo similar a ETA. Un fenómeno de la magnitud de ETA pudo surgir en el País Vasco, según Idoia Estornés, por el legado sociológico carlista, el etnovictimismo, unas condiciones económicas favorables y las facilidades de la frontera francesa.174 Es importante tener esto en cuenta para no asimilar dicho mito. Sin embargo, el mito de la inevitabilidad de que el antifranquismo del pueblo vasco cristalizase en ETA se propagó a gran velocidad desde el Proceso de Burgos en 1970. El régimen dio alas a un nacionalismo vasco que resultó muy atractivo. Según André Lecours, la lucha contra el Estado español se equiparó rápidamente a la lucha por la democracia. Paradójicamente, el nacionalismo vasco, que nació en el siglo XIX contra el 170 FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, G.: «A mano armada. Los inicios de la extorsión y la violencia de ETA contra el sector empresarial (1958-1977)», Sancho el Sabio, 2016, núm. 39, pp.133-156. 171 FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, G. y LÓPEZ ROMO, R.: «Deuda de sangre» …, op. cit. pp.267-294. 172 CASANOVA ALONSO, I.: ETA 1958-2008. Medio siglo de historia, Tafalla, Txalaparta, 2007, pp.42- 55. 173 LLERA RAMO, F. J.: «ETA» …, op. cit. pp.161-193. 174 ESTORNÉS ZUBIZARRETA, I.: «La militancia» …, op. cit. pp.39-60. 38 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías centralismo liberal, se convirtió en el franquismo en un icono de resistencia para la izquierda.175 3. El papel renovado de la Iglesia Al igual que el papel tradicional de parte del clero vasco dio cobijo a las ideas nacionalistas e hizo que algunas parroquias actuasen como viveros ideológicos para ETA, la renovación de la Iglesia en los años sesenta provocó que parte del clero —sobre todo jesuitas— abrazase ideologías de izquierdas que casaban con el catolicismo social. En ocasiones, esta actitud del clero vasco no se limitaba a participar en el antifranquismo o en el movimiento obrero, sino que se unía al nacionalismo vasco, con el que conjugaba las demandas sociales, tras la nueva actitud de la Iglesia desde el Concilio Vaticano II (1962-1965) y la aparición de corrientes como la Teología de la Liberación en América Latina en la década de 1960.176 Y es que el Concilio había tratado de actualizar a la Iglesia, adaptándola a los tiempos y a cada entorno, y procurando una mayor participación en la jerarquía eclesiástica de los países del Tercer Mundo. La Iglesia estaba apoyando, en parte y en algunos lugares, el proceso de descolonización, y abogaba por ideas como «la libertad de los pueblos», los derechos humanos o el pluralismo político. Precisamente en España, el nacionalcatolicismo perdió fuelle con el Concilio Vaticano II.177 Idoia Estornés dice: «En su búsqueda de objetivos de justicia y/o instauración de regímenes proféticos, parte sustancial de esa militancia resbaló en los sesenta hacia diversos marxismos […]».178 Este fue el caso de parte del sindicalismo católico y del clero vasco. En el País Vasco, jóvenes criados en una cultura católica descubrieron mitos prometeicos —aquellos que suscitan la igualdad, la justicia social, «el mito ilustrado del progreso de la humanidad»—. Muchos de ellos se inclinaron a la izquierda, y otros, además, buscaron combinar esta ideología prometeica con el nacionalismo como es el caso de ETA y del sindicato ELA-berri.179 Pero la relación de ETA con la Iglesia y la religión católica no dejaba de ser compleja. ETA se consideraba aconfesional, pero muchos de sus integrantes originarios provenían de ambientes religiosos, e incluso algunos fueron parte del clero. Los militantes de ETA criticaban principalmente a la jerarquía eclesiástica, a la Iglesia española y al Vaticano, pero consideran al clero vasco como un aliado.180 Juan Aranzadí considera el papel de parte de la Iglesia vasca para con ETA como una «[…] radicalización “teológico-populista” posterior al Concilio Vaticano II, una inflexión mesiánico-milenarista que puso la teología cristiana de la muerte y el sufrimiento salvíficos al servicio de la “martirio-lógica” abertzale revolucionaria. La metamorfosis moral de la libre elección del asesinato político en sacrifico redentor, el embellecimiento de la decisión de matar como oferta altruista de la propia vida por el bien del Pueblo, se convirtieron pronto en el mensaje simbólico nuclear difundido a través del proceso ritual católico-abertzale […]».181 175 LECOURS, A.: Basque Nationalism and the Spanish state, Reno, University of Nevada Press, 2073, pp.62-82. 176 MONTERO GARCÍA, M.: Historia del País Vasco …, op. cit. pp.214-218. 177 MOLINA APARICIO, F.: «“Intersección de procesos nacionales”» …, op. cit. pp.63-87. 178 ESTORNÉS ZUBIZARRETA, I.: «La militancia» …, op. cit. p.40. 179 Ibidem, pp.39-60. 180 SÁEZ DE LA FUENTE, I.: El Movimiento de Liberación Nacional Vasco …, op. cit. pp.111-274. 181 ARANZADÍ, J.: «Violencia etarra y etnicidad» …, op. cit. p.205. 39 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías 4. La influencia de la Nueva Izquierda La influencia ideológica de las corrientes de la Nueva Izquierda se dejó sentir en ETA durante toda la década de los sesenta. Esta influencia estaba muy relacionada con la descolonización y el influjo tercermundista antes explicado. El pensamiento de la Nueva Izquierda aportó a ETA ideas progresistas y revolucionarias, en sintonía con las izquierdas de Europa occidental. Este influjo ideológico situó a ETA como un movimiento a caballo entre las protestas de los años sesenta y la tercera oleada terrorista internacional de Rapoport. Juan Avilés considera que ETA, como banda terrorista, no es parte de una supuesta excepcionalidad española, sino que encaja en el inicio de la oleada terrorista europea y occidental conocida en ocasiones como «los años de plomo». Este terrorismo estaba protagonizado en gran parte por jóvenes que luchaban por o contra la revolución social, o buscaban cumplir aspiraciones nacionales. Avilés dice que, el hecho de que todos estos movimientos terroristas comenzaran casi al mismo tiempo en lugares tan dispares hace pensar que pueden tener relación con los movimientos de protesta de los años sesenta. Unos movimientos que fueron contestatarios, pero eminentemente pacíficos, tuvieron grandes apoyos, supusieron un momento de afirmación identitaria generacional de los jóvenes, fueron transnacionales y abarcaron múltiples temas, desde la contracultura hasta el ámbito político.182 Estos movimientos también difundieron la idea de que la punta de lanza de la transformación social se situaba en esos momentos en las luchas de descolonización y en las revoluciones en el Tercer Mundo, aunque fuesen sociedades muy distintas a las occidentales, y los movimientos revolucionarios estuviesen tomando rumbos autoritarios en dichos países. El Che Guevara fue el gran mito romántico de la Nueva Izquierda, representante de la revolución cubana; símbolo antiimperialista —anti-EE. UU.— y a la vez alejado del mundo soviético. Pero también se glorificó a Ho Chi Minh y a Mao. Precisamente fueron estos modelos (cubano, vietnamita, chino, argelino…) los que inspiraron a los radicales occidentales de izquierdas, además de intelectuales norteamericanos y europeos como el icónico Herbert Marcuse. Unos modelos que crearon el mito de un movimiento global, en el que el proletariado, cada vez más difuso en Occidente, era sustituido como sujeto revolucionario por las masas del Tercer Mundo.183 En los años sesenta, el terrorismo surgió en Occidente en un ambiente contestario y de inspiración tercermundista. El terrorismo de la Nueva Izquierda, según Avilés, sería uno de estos movimientos contestarios, quizá el más minoritario, pero igual de rebelde y de idealista. Avilés apunta a que en una sociedad desarrollada como la de los países occidentales de los sesenta, un movimiento que persiga una revolución armada únicamente puede derivar en terrorismo. Avilés añade: «El estudio de las trayectorias de los terroristas de los setenta durante la década anterior permitiría precisar los límites de esa filiación de los años de plomo respecto a los años de la contestación».184 Sin duda, los vascos que en los años sesenta comenzaron a adoptar estas ideas eran una absoluta minoría. Los nacionalistas y la sociedad vasca en general rechazaban las actitudes revolucionarias, y sobre todo el comunismo. La sociedad vasconavarra seguía siendo conservadora, con pautas tradicionalistas y católicas. Pero las nuevas ideas de izquierdas, que no recordaban tanto al comunismo soviético, fueron asimiladas por estudiantes de clase media y por algunos obreros. La interpretación de la historia vasca 182 AVILÉS FARRÉ, J.: «La resaca del 68» …, op. cit. pp.21-38. 183 Ibidem, pp.21-38. 184 Ibidem, p.37. 40 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías desde el marxismo rompía con el relato simplista y dogmático nacionalista.185 De forma ilusa, aportaba al nacionalismo algo más, a saber, una explicación aparentemente científica, lógica y objetiva de la situación de Euskadi. Sin embargo, antes del influjo directo de la Nueva Izquierda, ETA ya mostraba síntomas de estar explorando algún tipo de ideología socialista. Los panfletos de ETA de principios de los sesenta mostraban que algunos etarras soñaban con una futura sociedad vasca idílica, formada por pequeñas colectividades e instituciones familiares; un orden al que llamaban «socialismo», pero dejando claro que no hablaban de marxismo, sino de una especie de sociedad descentralizada, casi feudal, e incluso anárquica, formada por una armonía de municipios, familias y sindicatos, con un peso mínimo del Estado. Era una idea parecida a la de los Guild Socialists británicos de principios del siglo XX.186 En los años sesenta algunos ideólogos de ETA empezaron a leer a Franz Fanon —teórico del anticolonialismo argelino—, Albert Memmi —anticolonialista tunecino—, Ernesto Che Guevara y Mao. En sus obras, encontraron ideas, consignas y estrategias que, si no eran compatibles con el caso vasco, hicieron que lo fuesen.187 Muchos de los integrantes de ETA que huyeron al País Vasco francés desde el tardofranquismo acabaron teniendo contacto con ideólogos y partidos de izquierda franceses muy consolidados.188 El marxismo fue canalizado por ETA, porque señalaba a un enemigo «de doble condición explotadora», de clase y de nación.189 El influjo izquierdista llegó poco a poco para quedarse. La denominación original de ETA en la I Asamblea (1962) había sido: «Movimiento Revolucionario Vasco de Liberación Nacional». Recordemos que en la III Asamblea (1964) ETA se consideró un movimiento «anticapitalista», y en la IV Asamblea (1965) ETA dijo ser un «Movimiento Socialista Revolucionario Vasco». En la V Asamblea (1966-1967) ETA se denominó finalmente «Movimiento Socialista Vasco de Liberación Nacional» y acuñó el omnipresente concepto de «Pueblo Trabajador Vasco». ETA, al igual que otros grupos europeos influidos por la Nueva Izquierda, sabía que, en un lugar próspero y avanzado como Euskadi, en el que el capitalismo y el desarrollo posbélico habían provocado mejoras en la calidad de vida de la clase obrera, no podría estallar una revolución social. Para ello se necesitaría miseria, que la gente no tuviese nada que perder. Por ello ETA solo podía considerar la vía de la espiral acción-represión para movilizar a la sociedad vasca.190 Es importante hacer un apunte. El terrorismo de ETA no fue una consecuencia unívoca y directa de los movimientos de los sesenta. Lo que se está tratando de decir es que su ideología híbrida reflejaba un proyecto ciertamente difícil de alcanzar y de construir, un mito romántico y rebelde, muy en sintonía con los movimientos de los sesenta. Robert Frank dijo que estos movimientos tenían una característica muy llamativa, que él llamó «un voluntarismo fundamentalmente anti realista». Ya no se planteaba una revolución pragmática en términos marxistas, sino un sueño romántico.191 Uno de los debates actuales está precisamente en si ETA es heredera de los movimientos de protesta de los sesenta o si corresponde solamente a una forma radical de nacionalismo vasco.192 185 AA. VV.: «La V Asamblea» …, op. cit. pp.233-252. 186 ZIRAKZADEH, C. E.: A Rebellious People: Basques, Protests, and Politics Basque Series, Nevada, University of Nevada Press, 1991, pp.145-180. 187 Ibidem, pp.145-180. 188 BUCKLEY, N.: Del sacrificio a la derrota …, op. cit. pp.31-32. 189 MOLINA APARICIO, F.: «“Intersección de procesos nacionales”» …, op. cit. pp.63-87. 190 ZIRAKZADEH, C. E.: A Rebellious People …, op. cit. pp.145-180. 191 FRANK, R.: «Imaginaire politique et figures symboliques internationales: Castro, Hô, Mao et le Che», En: AA. VV. (dirs), Les années 68: le temps de la contestation, Bruxelles: Complexe, 2000, pp.31-47. 192 BUCKLEY, N.: Del sacrificio a la derrota …, cit. pp.31-32. 41 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías Finalmente, es interesante destacar cómo el influjo de la Nueva Izquierda dio oxígeno al mito nacionalista del nativismo vasco, que encontró en los años sesenta unas ideologías a las que acomodarse. Marianne Heiberg dice que ETA también se interesó por el socialismo para conectar con la imagen idílica de un antiguo pueblo vasco igualitario y armonioso. Según esta parte del relato nacionalista más ingenuo y esencialista, el socialismo sería algo «natural a los vascos» desde su pasado mítico pagano. Muchos integrantes de ETA no eran marxistas, simplemente defendían algún tipo de humanitarismo social de raíces católicas. La idea de socialismo sería entonces un rasgo implícito del pueblo vasco, y algo totalmente alejado del marxismo en su variante comunista, según ese relato histórico-antropológico ficticio. La mezcla de nacionalismo vasco con socialismo conducía a la idea de que la nación vasca era moralmente superior, era igualitaria desde sus orígenes, considerada de forma esencialista.193 Según esto, como el socialismo era una parte esencial de la sociedad vasca y no necesariamente un influjo exterior. III. HACIA UNA EXPLICACIÓN DE LA IDEOLOGÍA HÍBRIDA DE ETA En 1967 quedó configurada una ideología híbrida, entre nacionalismo y marxismo. Pero ¿qué factor primó sobre el otro y por qué? Aunque es cierto que dentro de ETA había personas que creían firmemente en la revolución social y en el marxismo, consideraremos que la ideología oficial de ETA desde la V Asamblea suponía la disolución del marxismo dentro del nacionalismo: en este trabajo se defiende la idea de que ETA era nacionalista antes que marxista. Y se argumenta mediante las siguientes razones: el oportunismo izquierdista, las escisiones obreristas, la presencia de una base sociológica conservadora y la utilización del socialismo como una renovación del nacionalismo. 1. El oportunismo izquierdista Como se ha explicado en el apartado anterior, la aproximación de ETA al movimiento obrero suponía en la práctica una forma de ganar legitimidad y apoyos y desmarcarse del PNV. Puede ser tentadora la teoría de que ETA era principalmente antifranquista, por lo que el marxismo sería una suerte de molde para dar forma a dicho estatus. Pero lo cierto es que, en la transición democrática, y desde 1977, ETA ya no podía ni quería presentarse como la bandera del antifranquismo. Una vez que el régimen desapareció, ETA empezó a defender directamente la independencia de Euskadi, y a ratifica su cruzada contra el Estado español.194 Para Gaizka Fernández, la esencia de ETA no era el antifranquismo, sino sencillamente el nacionalismo vasco radical, entendido desde una actitud fundamentalmente antiespañola. ETA consideraba la dictadura como un accidente histórico más, una coyuntura específica del Estado español, sujeto contra el que verdaderamente luchaba. La mejor prueba de ello es que la transición solo hizo que ETA aumentase su actividad terrorista.195 ETA no luchaba contra la dictadura, sino contra España. Su meta era la independencia de Euskadi. Pero ETA se consideraba a sí misma revolucionaria; para el franquismo ETA era una banda terrorista, separatista y marxista, un agente al servicio del comunismo internacional; y para las izquierdas españolas, ETA fue un icono antifranquista por lo menos hasta 1974, momento en el que empezaron a desconfiar de esta por terrorista y 193 HEIBERG, M.: «The moral community, from clandestinity to power» …, cit. pp.103-132. 194 AA. VV.: Sangre, sudor y paz. La guardia civil contra ETA, Barcelona, Península, 2017, pp.61-72. 195 FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, G.: «El antifranquismo de ETA», El Correo, 2021, (22 de febrero de 2021), [Consultado el 19 de abril de 2021]. https://gaizkafernandez.com/2021/02/22/gfs-el-antifranquismo- de-eta-el-correo-22-ii-2021/amp/?__twitter_impression=true 42 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías ultranacionalista. Desde una perspectiva marxista, si ETA era ante todo nacionalista es porque priorizaba la metafísica de la identidad a un análisis materialista de relaciones de opresión. Y es que el nacionalismo radical es la ideología base de ETA, de la cual nunca ha prescindido. Es lo que en ETA siempre «salió a relucir». El resto de los matices ideológicos, fueron, según Aitor Díaz-Maroto, «chaquetas ideológicas», «meros amoldes o acoplamientos» a coyunturas específicas. Los tintes izquierdistas pretendían ser un vehículo hacia mayor legitimidad y mayor apoyo social. En el momento de la V Asamblea, los etnicistas defensores del euskera y los tercermundistas unieron sus fuerzas frente a los marxistas obreristas.196 2. Las escisiones obreristas En julio 1965, en vísperas de la V Asamblea, desde la revista Zutik se trasladaba la preocupación de que palabras como «socialización, planificación, cultura, condiciones objetivas, acción de masas» estuviesen sustituyendo a «Euzkadi, etnia, patria, euskera, nación, vasquismo». Huelga volver a decir que los etarras más nacionalistas recelaban de todo lo que sonase a marxismo.197 Como se ha expuesto en el segundo capítulo, verdaderamente la disquisición entre nacionalismo y marxismo correspondía fundamentalmente a la correlación de fuerzas dentro de ETA. Aun así, la dinámica de expulsión continua de las tendencias obreristas desde la V Asamblea planteaba que las decisiones ideológicas trascendían más allá de las simples pugnas internas. Las escisiones obreristas prueban que el marxismo no tenía cabida en ETA en forma de praxis, sino que se reducía a una mera cuestión de comodidad teórica oportunista. Gaizka Fernández dice que, en ETA, «su pretendida síntesis entre nacionalismo y marxismo no logró cuajar», porque a la vez que el núcleo abertzale conservó las siglas después de cada crisis, los obreristas se marcharon, crearon organizaciones de extrema izquierda y renunciaron al terrorismo.198 Probablemente la pugna nacionalismo- obrerismo ha sido el debate ideológico que siempre ha estado dentro de ETA, que ha sido casi imposible soslayar y que ha supuesto la principal causa de las escisiones.199 3. Una base sociológica conservadora Aunque, como se ha visto, el País Vasco de los sesenta era un lugar y un «tiempo de contrastes», la sociedad vasca seguía siendo conservadora mayoritariamente. Particularmente, las áreas rurales y semirrurales donde ETA y el abertzalismo cosecharon importantes apoyos desde los setenta eran zonas conservadoras y profundamente católicas, nada sospechosas pocas décadas atrás de haber sido «de izquierdas». Los únicos lugares donde ETA podía cosechar apoyos sociales presentándose como socialista era en los centros industriales urbanos. Una de las razones por las que la ideología de ETA es un objeto de estudio interesante para el presente, es porque es el antecedente directo de la actual izquierda abertzale. Jesús Casquete cuestiona que las bases sociales de la izquierda abertzale en la actualidad, particularmente en el medio rural y semirrural, sean sociológicamente de izquierdas, planteando el siguiente razonamiento: «Si el izquierdismo fuese el mejor descriptor del nacionalismo radical, esto es, si las sucesivas formaciones políticas que desde la transición española a la democracia 196 DÍAZ-MAROTO, A.: «Identidad política en el discurso de ETA», Actas del XIII Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea, Universidad de Castilla-La Mancha, 2017, pp.1169-1177. 197 CASANOVA ALONSO, I.: ETA 1958-2008 …, op. cit. pp.42-55. 198 FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, G. y LÓPEZ ROMO, R.: «Deuda de sangre» …, op. cit. pp.267-294. 199 TUSELL, J.: Dictadura franquista y democracia …, op. cit. pp.221-227. 43 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías han representado ese espacio político hasta su proscripción definitiva fuesen percibidas por la población en general, y por su seguidores en particular, como vanguardias comunistas empeñadas en emancipar a las «clases populares», nos encontraríamos ante una verdadera anomalía en las leyes de la sociología electoral en las democracias liberales de los siglos pasado y presente, a saber: que habitantes de medios rurales y semirrurales depositen su voto libre y de forma reiterada a formaciones con un programa revolucionario de izquierdas que, entre otras medidas, y a fuerza de ser consecuente, habría de poner los medios de producción, tierras incluidas, al servicio de las necesidades de toda la sociedad».200 Casquete alude irónicamente al término «carlismo-leninismo» para referirse a la supuesta anomalía de que pequeños campesinos propietarios voten a la izquierda abertzale. Y es que, en el medio rural, el abertzalismo ocupó el lugar del tradicionalismo y del nacionalismo vasco conservador, no el del socialismo. Casquete incide en algo que ya se ha puesto en valor en el presente trabajo: «La repetición apodíctica de su naturaleza izquierdista por parte de los portavoces del MLNV no es valor suficiente para que se convierta en verdad».201 Por tanto, en la cuestión sobre si en la cosmovisión abertzale, desarrollada por ETA, prima el elemento nacional o el social no hay que dejarse llevar por la terminología emic, porque se trata de «un actor político del que sólo cabe una certeza: su naturaleza ultranacionalista».202 4. El socialismo como una renovación del nacionalismo Gurutz Jáuregui considera a ETA el resultado de la interacción del nacionalismo vasco con el franquismo. Según Jáuregui, ETA se limitó a actualizar el nacionalismo sabiniano en la forma sin que casi nada cambiase en el contenido. Como se ha expuesto antes, ETA cambió el concepto biologicista de raza por el concepto identitario de etnia. También pasó de un nacionalismo de raíces rurales y tradicionalistas a otro que encajase en el espacio urbano. Todo ello se produjo junto a las nuevas tendencias progresistas y revolucionarias. Dentro de ETA, a mediados de los sesenta, se perfilaron dos posibles modelos nacionalistas: el etnonacionalismo de minorías europeas —que proponía destruir los Estados nacionales y hasta crear una federación europea de pueblos—, y el tercermundista —que promulgaba una oposición radical entre la metrópolis y la colonia—.203 Ganó el segundo modelo, y en parte eso explicaba el izquierdismo de ETA. Hay que tener en cuenta el objetivo último de ETA según su ideología: una Euskadi libre (independiente), unida (con anexiones de territorios limítrofes), monolingüe y teóricamente socialista. Por tanto, el marxismo fue un instrumento ad hoc que ETA puso al servicio del nacionalismo vasco radical. La gran mayoría de los autores consultados coinciden en esto. Repasemos qué términos han utilizado distintos historiadores para referirse a la ideología híbrida de ETA. En primer lugar, José Luis de la Granja y Gaizka Fernández consideran que lo que verdaderamente ha diferenciado a los nacionalistas vascos desde sus orígenes, no ha sido la división izquierda-derecha, sino la de moderados y radicales. Por eso ETA, antes que ser de izquierdas, era nacionalista radical, en contraposición al PNV de los sesenta, y a la tercera vía que representaron en distintos momentos desde los setenta las opciones llamadas heterodoxas, como EE.204 El término más utilizado para referirse al marxismo de ETA en la bibliografía académica es «retórica». Gaizka Fernández y Raúl 200 CASQUETE, J.: «Abertzale sí pero, ¿quién dijo de izquierda?», El Viejo Topo, 2010, núm. 268, pp.6-7. 201 Ibidem, p.7. 202 Ibidem, p.11. 203 JÁUREGUI, G.: «National identity and political violence in the Basque country», European Journal of Political Rcearch, 1986, núm. 4, pp.587-605. 204 DE LA GRANJA SAINZ, J. L. y FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, G.: «Los nacionalistas heterodoxos en la Euskadi del siglo XX», Alcores, 2012, núm. 13, pp.165-186. 44 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías López hablan de «elementos de izquierda derivados de la retórica marxista y de los movimientos de liberación del Tercer Mundo».205 Gaizka Fernández también ha considerado el izquierdismo de ETA como «un lenguaje marxista sui generis en el que se reescribió la narrativa aranista».206 Gaizka Fernández explica así la ideología abertzale: «[…] la “izquierda abertzale” se ha autodenominado así porque considera que, desde la IV Asamblea de ETA (1965), su nacionalismo radical se ha conjugado con el marxismo. Si bien se experimentaron ciertos avances en esa dirección (sobre todo en el léxico), su práctica política y sus principios continuaron basándose en la versión más fundamentalista del nacionalismo […], [y] su dependencia [orgánica y emocional] de ETA».207 En esta línea, Ludger Mees considera que, dentro de las bandas terroristas europeas de la tercera ola, ETA tuvo la peculiaridad de ser «siempre mucho más nacionalista que de extrema izquierda».208 En la práctica, el nacionalismo de ETA lo que hacía era o desnortar, desmovilizar, aislar o aplacar a las izquierdas. Hobsbawm se refiere al izquierdismo de ETA no como ideología, sino como «fraseología marxista revolucionaria».209 Casi todos los autores coinciden en lo mismo. Juan Aranzadí define la ideología surgida de la V Asamblea como una «mezcla de irredentismo sabiniano independentista, etnismo esencialista y “marxismo-leninismo” anti-imperialista».210 Manuel Montero define el izquierdismo de ETA como «evocaciones socialistas o revolucionarias».211 Fernando Molina habla de «contenido revolucionario, antifranquista y anticolonial», utilizados al servicio de una renacionalización.212 Eduardo González explica la ventaja que da a muchos movimientos nacionalistas identificar liberación nacional con liberación social: «Estos movimientos de liberación nacional han concebido el combate terrorista como el prólogo de la lucha por la independencia. La organización terrorista aparece como el brazo armado de un movimiento nacionalista revolucionario de amplia base, que mezcla los mensajes patrióticos con la fraseología de tipo marxista-leninista, identificando de forma eficaz al enemigo extranjero con el enemigo de clase».213 Al hacer una síntesis ideológica, ETA en todo momento tuvo que equilibrar ambas tendencias. Iker Casanova apunta a que, como ambas corrientes eran filosóficamente opuestas, y chocaban inevitablemente, ETA buscó armonizarlas, extrayendo de cada teoría política «el componente liberador necesario». De esta manera, la cohesión interna se lograba mediante una ambigüedad constante. ETA usó el marxismo para analizar la situación de Euskadi, pero evitando denominarse comunista o marxista-leninista. Utilizó el nombre de socialista, simplemente. Al fin y al cabo, ETA recibía influencias muy distintas, de varios tipos de marxismo. Sin embargo, Casanova sí considera que ETA estuvo en el espectro más izquierdista a nivel ideológico.214 205 FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, G. y LÓPEZ ROMO, R.: «From ethnic exclusion to terrorism? The case of radical Basque nationalism», Journal of Iberian and Latin American Studies, 2018, vol. 24, núm. 24, p.444. 206 FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, G.: «Mitos que matan» …, op. cit. p.230. 207 FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, G.: «A lomos de un tigre» …, op. cit. p.2. 208 MEES, L.: Nationalism, Violence and Democracy …, op. cit. p.30. 209 HOBSBAWM, E. J.: Naciones y nacionalismo desde 1780 …, op. cit. pp.141-172. 210 ARANZADÍ, J.: «Violencia etarra y etnicidad» …, op. cit. p.205. 211 MONTERO GARCÍA, M.: La forja de una nación …, op. cit. pp.202-237. 212 MOLINA APARICIO, F.: «“Intersección de procesos nacionales”» …, op. cit. pp.63-87. 213 GONZÁLEZ CALLEJA, E.: El laboratorio del miedo …, op. cit. p.510. 214 CASANOVA ALONSO, I.: ETA 1958-2008 …, op. cit. pp.42-55. 45 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías Para Gaizka Fernández, la síntesis entre nacionalismo y socialismo no dejaba de ser una mezcla de nacionalismo radical vasco con populismo de esencia marxista. Es cierto que la izquierda abertzale mezcló clase y nación, pero este fue un equilibrio difícil. Ambos elementos no podían estar en un plano de igualdad, porque al mezclar dos ideologías tan distintas, solo cabía la posibilidad de que una estuviese al servicio de la otra.215 Y al final, como ser abertzale había pasado a ser un nuevo criterio de exclusión étnica, el elemento social revolucionario se había convertido en simple simbología nacionalista. Manuel Montero va más allá, y especifica algo importante: en el entorno de ETA, lo que estaba claro es que la democracia y los marcos políticos liberales no eran concebidos como un fin, sino como un medio para la independencia de la nación vasca, o para el socialismo, según quién hablase, si el ala nacionalista o el ala obrerista.216 Por otra parte, Jesús Casquete reflexiona sobre los propósitos reales de la izquierda abertzale del siglo XXI a nivel ideológico. En la línea de lo que se plantea en este apartado, duda de que, más allá de las declaraciones de los representantes de la izquierda abertzale, el objetivo sea, además de la independencia, una transformación de la sociedad según principios marxistas, porque la política de la identidad, que abandera la diferencia, es incompatible con una ideología que pretende la igualdad universal.217 Casquete dice que hay dos puntos de vista sobre la naturaleza nacionalista o izquierdista de la izquierda abertzale: quienes piensan que el nacionalismo reviste un movimiento revolucionario marxista-leninista —eso pensaban sectores del tardofranquismo y del PNV, desde una perspectiva anticomunista, como se ha expuesto— , y quienes piensan que es al revés, que el izquierdismo solo es un traje con el que se ha vestido parte del nacionalismo vasco radical. Casquete considera que la izquierda abertzale simplemente se apropió de terminología marxista cuando empezó a utilizar términos como «Pueblo Trabajador Vasco». Para la izquierda abertzale, parece ser prioritaria la realización nacional de Euskadi antes que la revolución o la emancipación social.218 Finalmente, se concluye con una reflexión de Hobsbawm. Como el nacionalismo es un hecho político coyuntural y no un estado natural de las cosas, Hobsbawm advierte: «Los marxistas en cuanto tales no son nacionalistas». Un marxista debe distinguir si en su condición de marxista defiende el marco nacionalista por utilidad, por simple pragmatismo, o si está sirviendo a intereses idealistas. Según Hobsbawm, para los marxistas, «enfrentarse al hecho político del nacionalismo (no debe ser) una cuestión de principios teóricos, (sino un) juicio pragmático en función de circunstancias cambiantes».219 Y aquí está la clave de por qué ETA no era marxista desde una perspectiva etic. O por lo menos, por qué ETA es antes nacionalista que marxista, y el marxismo es solo un instrumento al servicio de la causa nacionalista radical. Porque para un marxista consecuente, el nacionalismo no puede ser un fin, solo puede ser un medio. Pero Hobsbawm continúa diciendo que, desde la política nacional de Lenin, y desde las resistencias nacionales antifascistas de la Segunda Guerra mundial, el marxismo se ha asociado a movimientos de liberación nacional, como se ha explicado, muchos de los cuales han sido dirigidos por marxistas. Aun así, se muestra crítico con los movimientos 215 FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, G.: «De Sabino Arana a la “izquierda abertzale”» …, op. cit. pp.37-78. 216 MONTERO GARCÍA, M.: La forja de una nación …, op. cit. pp.202-237. 217 CASQUETE, J.: «Abertzale sí pero, ¿quién dijo de izquierda?» …, op. cit. pp.1-11. 218 Ibidem, pp.1-11. 219 HOBSBAWM, E. J.: Marxismo e historia social …, op. cit. pp.129-160. 46 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías que combinan nacionalismo y marxismo, porque dice que el marxismo suele quedar subordinado al nacionalismo, o directamente absorbido por este.220 El argumento que dan los nacionalistas marxistas de tipo separatista para defender sus proyectos es que la ruptura de los grandes Estados-nación es un paso hacia la revolución y el socialismo. Sin embargo, para Hobsbawm esto es un análisis idealista, un acto de fe, y una creencia en una inevitabilidad histórica que no es tal. Hobsbawm cree también que la utilización del marxismo por los movimientos nacionalistas separatistas también se explica por la facilidad que tiene la propaganda marxista para apelar a las masas; además, en los años sesenta en el contexto de la Guerra Fría, el comunismo internacional justificaba los movimientos de liberación nacional en según qué lugares. La revolución social se podía pintar en términos nacionales, o el nacionalismo en términos sociales, según conviniese.221 En definitiva, el influjo ideológico progresista y revolucionario de los sesenta podía ser una oportunidad y a la vez una amenaza para el nacionalismo vasco radical. ETA logró que fuese lo primero. 220 Ibidem, pp.139-140. 221 Ibidem, pp. 139-140. 47 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías CONCLUSIONES Entre 1965 y 1971 se vivieron unos años críticos para la ideología de ETA. En este trabajo se ha realizado una revisión bibliográfica sobre la ideología resultante de la V Asamblea (1966-1967), y se ha aportado una reflexión. En las primeras líneas del trabajo se planteaba el objetivo de la investigación: tratar de explicar y no solo definir la ideología que ETA desarrolló en su V Asamblea, atendiendo a cuestiones del contexto general y utilizando una perspectiva etic. La hipótesis con la que se ha trabajado es que la ideología que ETA configura en su V Asamblea, y que acaba siendo la ideología del abertzalismo radical, es una síntesis compleja entre nacionalismo y elementos marxistas, en la que el marxismo queda subordinado al nacionalismo. También se planteaban las preguntas de la investigación: por qué, cómo, qué factores condicionan esta ideología, qué consecuencias tiene, y a qué conclusiones se puede llegar para comprenderla. A lo largo de los cuatro capítulos de desarrollo creo haber respondido a estas preguntas. No obstante, en las siguientes líneas se sintetizan las claves del trabajo. En primer lugar, efectivamente la ETA surgida de la V Asamblea se definía al mismo tiempo como nacionalista y como socialista revolucionaria. Esta designación ideológica suponía la victoria de la corriente tercermundista en alianza con la etnonacionalista, y la expulsión de la corriente obrerista. Sin embargo, el elemento izquierdista seguía presente en ETA, lo que convertía a la organización en la primera experiencia de izquierdas dentro del nacionalismo vasco. La ideología de ETA era híbrida, mezclaba nacionalismo y marxismo, y, por tanto, era inevitablemente compleja. En segundo, se han dado cuatro razones fundamentales por las que ETA era nacionalista. Lo era debido a sus orígenes nacionalistas radicales, que partían del aranismo. También por el papel tradicional y renovado de gran parte del clero vasco con respecto al nacionalismo vasco. Además, en los sesenta, el nacionalismo de ETA fue refundado según los modelos tercermundista y europeísta. Y, finalmente, ETA era nacionalista porque, como se ha visto, la identidad tiene un potencial algo superior a otros elementos ideológicos en determinados casos. En tercero, se han propuesto también cuatro razones que explican el elemento marxista, de izquierdas o socialista revolucionario de ETA. ETA se consideraba socialista por el influjo del modelo revolucionario tercermundista. También por la legitimación que le daba ser antifranquista y por el oportunismo que suponía apoyar al movimiento obrero en los sesenta. Además, jugó un papel importante el papel renovado del clero vasco. Y finalmente, fue trascendental la influencia ideológica de las corrientes de la Nueva Izquierda. Como se ha visto, todos estos factores que explican cada una de las dos partes de la ideología de ETA están interrelacionados, y algunos como el ejemplo tercermundista o el papel del clero inclinaban a ETA al nacionalismo y al socialismo de forma paralela. Pero ¿ETA era realmente una organización de izquierdas? Como sugiere el título del trabajo, su ideología híbrida suponía un equilibrio endeble entre dos cosas contradictorias, y planteaba una disyuntiva: qué debía primar, el nacionalismo o el marxismo. O, dicho de otra forma, ¿cuál era el medio y cuál era el fin? En este trabajo se ha defendido que ETA utilizó el socialismo o marxismo al servicio del nacionalismo radical vasco. Desde una consideración emic, ETA era de izquierdas, pero según un enfoque etic, se puede razonar que ETA era ante todo nacionalista radical. Que ETA se considerara de izquierdas es discutible, pero lo que sí es seguro es que no actuaba en consecuencia. Para afirmar esto se han dado las siguientes razones. Ser «de izquierdas» fue aprovechado de forma oportunista por ETA en el contexto de la dictadura y de las movilizaciones obreras. Las sucesivas escisiones obreristas desde la V Asamblea 48 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías prueban que las facciones nacionalistas acabaron tomando el mando desde entonces. Además, si ETA logró ocupar el espacio sociológico del nacionalismo vasco conservador y del tradicionalismo en las zonas rurales es porque el nacionalismo radical, y no el socialismo, es lo que mejor definía a la organización. Y, finalmente, como se ha argumentado, el elemento de izquierdas fue utilizado por ETA para renovar el nacionalismo, desnortando a las izquierdas y convirtiendo los matices revolucionarios en simple retórica al servicio del nacionalismo radical Por tanto, según el razonamiento, el marxismo de ETA era fraseología y no ideología. La liberación nacional siempre estaba por encima de la revolución social. El marxismo quedaba en todo momento subordinado al proyecto nacionalista, y se acababa reduciendo a lenguaje y consignas. En la V Asamblea ETA tenía aparentemente dos opciones ideológicas: el nacionalismo radical puro, defendido por los etnonacionalistas, y el obrerismo, defendido por la corriente marxista cercana al resto de fuerzas antifranquistas no nacionalistas. Pero triunfó una ideología híbrida, una tercera corriente, la tercermundista. Era una corriente nacionalista radical, y utilizaba el marxismo por distintas razones de pragmatismo circunstancial. Las influencias izquierdistas que llegaron a ETA desde comienzos de los sesenta podían suponer una amenaza para el nacionalismo vasco radical. Pero, como se ha podido explicar, ETA consiguió que fuesen una oportunidad, con lo que el nacionalismo quedó renovado, y creció en los años setenta. De forma secundaria, este trabajo también ha buscado cuestionar mitos. En concreto, se pretendía poner el foco sobre el mito de que ETA era «de izquierdas». De la misma forma que el objetivo del trabajo —explicar la ideología de ETA— aporta valor académico, tratar de aclarar mitos aporta un valor social. En última instancia, el ultranacionalismo de ETA legitimó la violencia terrorista, y la fraseología marxista sirvió para que parte de la sociedad vasca haya justificado e incluso apoyado dicha violencia de forma retrospectiva, en parte por argumentos imprecisos como que ETA era de izquierdas, luchó contra la dictadura, fue un símbolo de resistencia, luchó por la democracia... La barbarie terrorista no se justifica según su naturaleza nacionalista o izquierdista, por lo que afirmar que ETA era ante todo nacionalista radical es una mera aclaración de sus verdaderos objetivos, esto es, la explicación y la desarticulación de uno de los mitos de ETA que más proyección sigue teniendo en la actualidad. En este trabajo se ha podido ver que el nacionalismo fue siempre el fin de ETA, y el socialismo actuó como un medio coyuntural al servicio del proyecto nacionalista. En definitiva, aclarar mitos históricos supone muchas veces pasar los relatos nacionalistas por el filtro de un análisis crítico, riguroso, y sobre todo honesto. En este caso, se ha pretendido deconstruir un mito de ETA, pero esta labor es aplicable a otros muchos casos. Uno de los cometidos más importantes del historiador es precisamente construir relatos históricos comprensibles pero veraces, y darlos a conocer a la sociedad para que, entre otras cosas, la participación política de la ciudadanía se desarrolle de una forma verdaderamente libre. 49 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías ANEXO Figura 1: Apéndice: la evolución del nacionalismo vasco (1930-1982). Fuente: FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, G.: «A lomos de un tigre» …, op. cit. p.38. 50 Nacionalistas o marxistas… Miguel Cuervo Frías BIBLIOGRAFÍA AA. VV.: Sangre, sudor y paz. La guardia civil contra ETA, Barcelona, Península, 2017. AA. VV.: El péndulo patriótico. Historia del Partido Nacionalista Vasco, II: 1936- 1979, Barcelona, Crítica, 2001. AA. VV.: «La V Asamblea. El estallido de las diversas concepciones ideológicas (1965-1968)», En: ELORZA, A. (coord.), La historia de ETA, Zaragoza, Titivillus, 2000, pp.233-252. 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