LA EMPRESA CHINA DE FELIPE II
Fecha
2024-07-09
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Editor
Universidad Rey Juan Carlos
Resumen
Al hablar de Monarquía Española es frecuente centrar la atención en Europa y América,
olvidando Asia, sin embargo, la áurea, hiperbólica y utópica Catay de Marco Polo sería el
objetivo compartido de españoles. Colón derribó el muro oceánico que separaba Europa de Asia
en 1492, Núñez de Balboa, Magallanes, Loaysa, Urdaneta¿ convirtieron el Océano Pacífico
en un lago español en 1513, y Legazpi fundó las islas Filipinas en 1565. Pretenderla podría
parecer un sueño exótico, pero fue todo lo contrario. Era un imperio remoto y demasiado alejado
para el conocimiento hispanocéntrico, pero era también, por mucho que pueda sorprender, una
región limítrofe de tierra española. Así, este recóndito grupo de islas a miles de millas de Madrid
pasan a ocupar un preciado lugar en el mapa mental de Felipe II; tras convertirse en el nexo
entre el Nuevo Mundo y el lejano Oriente, las Filipinas serían la bisagra que permitiría una
¿estructura continua¿, y Manila, el trampolín para la penetración española en China.
El Celeste Imperio, por ende, se alzaba en el horizonte de conquistadores castellanos y
misioneros agustinos como un desafío desconocido y hostil, aunque cargado de promesas de
riqueza y almas. Durante los primeros años de presencia española en Filipinas no faltó quien
soñó con emular a Hernán Cortés en México o Francisco Pizarro en Perú, creyendo que con un
puñado de hombres se podría conquistar la mítica China Ming. Y con la unión dinástica en
1581, la Monarquía Española pudo desplegar sus temidas alas de universalidad y dejar patente
que, en palabras de Lope de Vega, ¿el mundo se puede andar por tierra de Felipe¿; el Rey
Católico, como emperador del universo «A solis ortu usque ad occasum» a las puertas de China,
no estaba muy lejos del mandatario chino Wanli, el «Hijo del Cielo» y señor de su universo.
En este contexto mesiánico, la colonia filipina sucumbió en pleno ante el atractivo del
espejismo, con una gran profusión de proyectos e iniciativas, tan optimistas como irreales, de
«empresa de China», bajo la impronta del modelo americano antes que la comprensión cabal
del escenario chino. Sin embargo, el Rey Felipe mostró la prudencia que le atribuían rechazando
las propuestas militares en favor de las vías pacíficas y diplomáticas para crear una relación
oficial con el imperio oriental, como su embajada regia al Emperador Wanli, aunque naufragada
en las tormentas jurídico-teológicas de los «Justos Títulos». Y cuando las tesis victorianas
parecían abrir la puerta a la conquista, el caprichoso destino quiso que el plan no se llevase a
efecto, quizás por los numerosos frentes abiertos de la Monarquía ¿desastre de la Armada
Invencible, protestantismo, rivalidad hispano-lusa, Compañía de Jesús en China, etc.¿ y,
finalmente, fueron los conquistadores filipinos quienes resultaron conquistados de forma sutil
y silenciosa: Manila acabó convertida en una floreciente y comercial ciudad de 35.000 chinos
frente a una pequeña élite dominante española.
El sueño de una «Armada Invencible» en los mares de China se convirtió en la realidad
mercantil del «Galeón de Manila», que unía Acapulco con Manila, donde llegaban juncos
chinos cargados de lujosas sedas, especias y porcelanas para volver al continente asiático con
prácticamente un único producto a cambio: la sobrevaluada plata mexicana, el catalizador de la
primera globalización. En realidad, el objetivo del Catay de Colón, Magallanes, Legazpi... se
había conseguido: con la «Nao de China» y su enclave de Filipinas, España mantendría su
presencia en Asia Oriental por más de trescientos años.
Descripción
Trabajo Fin de Grado leído en la Universidad Rey Juan Carlos en el curso académico 2023/2024. Directores/as: Félix Labrador Arroyo
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